Nieves Millán: «Ya echo de menos la papelería, pero a mis 60 años inicio ilusionada otra etapa»

Olalla Sánchez Pintos
Olalla Sánchez SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Xoan Soler

Hoy es el primer día en el que la histórica librería Palacios de Santiago estará definitivamente cerrada. «No esperaba tanta ola de cariño por parte de los vecinos», reconoce su dueña. En el 2024 se la verá entre cabañas de madera, una bodega y con un vino Albariño

31 dic 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Hoy es el primer día en el que la histórica librería y papelería Palacios estará definitivamente cerrada. «Ya la echo de menos… Sé que va a ser difícil, pero a mis 60 años inicio también ilusionada otra etapa en el enoturismo», contrapone emocionada su dueña, Nieves Millán. «En el último año empecé a valorar el cierre ante la falta de tiempo para compatibilizar ambas actividades y, con el cambio de año, me decidí. Así también acorto el sufrimiento. Cuesta despedirse...», añade, agradecida a todos esos vecinos que no dudaron en pasarse por el negocio desde que a mediados de mes avanzó, para el sábado 30, su adiós. «Una clienta vino un día a darme un beso, y también a Sira, la dependienta, por si acaso no nos veía más, y al día siguiente volvió. Preguntan si pensé bien lo que hago. Dicen que soy valiente. No esperaba tanta ola de cariño, aunque muchos recuerdan que llevo 38 años con ellos. Demostraron su apoyo hasta el final», rememora.

Natural de O Pazo, en Boqueixón, llegó a Santiago muy joven. «Quería seguir estudiando, pero económicamente no se podía. La necesidad me hizo ser emprendedora. Trabajé en hostelería y en una zapatería, donde contacté con un representante de juguetes al que le mostré mi ansia por montar algo propio. Él me ayudó. A mis padres les parecía una aventura, pero vieron que no había alternativa y me apoyaron. Puedo ser peleona», afirma risueña. «Yo ya estaba con el que es mi marido, Moisés Rodríguez. En 1986, con 24 años, abrí Palacios y, al poco, él montó, en el polígono del Tambre, Hörmann, una firma de puertas automáticas», explica.

«La librería se llama Palacios porque inicialmente estaba en Quiroga Palacios, una calle con poca rotación, pero en la que conecté muy bien con la gente. Fueron años de mucho esfuerzo. Empecé con prensa, papelería y libros, pero con el tiempo me especialicé en material escolar. Ahí fue también cuando nacieron mis dos hijas y guardé reposo 18 meses», recuerda sobre un impasse tras el que se movería a otro local. «En 1990 vi una esquina en la rúa Concheiros y no dudé. Poco después cogí una librería pequeña en Virxe da Cerca, donde estuve poco tiempo. Era céntrica, pero mi zona es esta», asiente.

«En Concheiros ya despegamos. Era una zona de paso, también para gente de otros concellos. En épocas de libros de texto las colas llegaban hasta los semáforos. Un día una madre llamó a su hija preocupada y la niña le dijo que "llevaba en Palacios desde hace hora y media"», evoca riendo. «En otro septiembre un policía vio luz de madrugada y pensó que estaban robando. Era yo aún con pedidos... Antes los códigos de los libros se anotaban a mano. En ese mes había días de facturar más de 12.000 euros», apunta, razonando el éxito. «Ganamos peso en los colegios y siempre intentábamos solucionar», prosigue.

«En el 2012 me trasladé de nuevo a un local nuestro, en la rúa Triacastela. La clientela nos siguió, pero al no haber un tránsito igual ni tanto aluvión, saqué horas para otro proyecto que me mueve desde hace tiempo, cuando pasé una época difícil por una enfermedad y la muerte de mis padres», señala. Sin descanso indica que fue tras heredar una hectárea en la finca de O Pazo cuando se animó, junto a su marido, a ampliarla a más, a plantar un viñedo —«siempre habláramos de ello»—, a levantar 6 cabañas de madera en árboles —«soy una apasionada de esa carballeira»—, y a abrir allí una bodega.

«Tengo muchas ideas, necesito estar activa», aclara. «El proyecto de enoturismo, que busca también mostrar cómo se produce el vino, se llama María Manuela por mi abuela y mi madre, mujeres del rural», ensalza con un nombre con el que este año también comercializaron su primer albariño. «Es distinto, largo en boca... En Nochebuena nos enviaron una foto de una mesa de 25 personas en el País Vasco brindando con él», desliza con entusiasmo.

«En O Pazo estaba al principio una hija, pero ellas quieren seguir su camino. Blanca es ilustradora de cuentos y Adriana, psicóloga», resalta, incidiendo en que será ella ahora quien allí lo gestione. «Intentaré seguir ligada a los libros con actos en la bodega», avanza. «Mi padre no imaginaría que sería yo, que me fui de niña, la que llevaría sus tierras», reflexiona conmovida.