Xulio Ferreiro: «No pensé ver mis mosaicos fuera de mi calle, ni en otros barrios de Santiago ni menos en Zamora»
SANTIAGO
Ya le conocen como el Gaudí compostelano aunque él insiste en que «solo tapa cemento». Desde el 2019 su fama se extendió. «Mi obra más personal la dediqué a N.H.U., el grupo pionero de rock progresivo en el que toqué en los 70», subraya
11 feb 2024 . Actualizado a las 09:25 h.Hace una semana Xulio Ferreiro terminaba el mosaico que empezó hace tres meses en la praza de Vista Alegre situada enfrente del centro sociocultural Antón Fraguas. «Creo que en esa zona de Santiago ya me conoce todo el mundo. Cuando no llovía me pasaba siete horas allí. La gente se para a hablar y agradece que lo hagas. Eso es lo más gratificante», constata.
A sus 69 años, el compostelano empezó a ganar notoriedad en su ciudad en el 2019 al realizar de forma altruista varios mosaicos en un muro que había enfrente de su casa, en Santa Marta, llevándole el boca a boca a realizar obras también más allá. «En mi vida imaginé estar haciendo esto. Todo surgió de un día para otro, tras jubilarme. Soy una persona activa, con ansias de experimentar. Desde siempre fui cambiando...», evoca.
Tras crecer en Pontepedriña y estudiar en Peleteiro, inició Medicina, carrera que no terminó. «La compaginaba con la música, y me decidí por esta. Yo tocaba la percusión en N.H.U.», señala con satisfacción sobre un grupo de rock progresivo (Una hermosa noche) pionero en los 70. «No hacíamos música comercial, pero a la gente le encantaba y le llamaba la atención que varios temas fueran ya en gallego, como Na terra do verde chan o Doente. Nos decían: "Estes tiñan que cantar en inglés"», recuerda riendo. «No olvido actuaciones como la del Aula de Cultura de la Caja de Ahorros o la del atrio de la iglesia de San Francisco, con colas, o el disco que grabamos en Madrid, considerado de culto. Hace poco se reeditó y se agotaron las copias», aclara feliz. «En los 80, por las dificultades y el impasse de la mili, el grupo se disolvió. Varios seguimos juntos en la Orquesta Superfama, creada con unos músicos de Taragoña. Te ganabas la vida. Recorrimos Galicia durante diez años», continúa.
«Mientras, yo realicé un FP de electrónica, y también imagen y sonido. Siempre traté de hacer lo que me gustaba sin pensar mucho en el futuro», admite. «Luego monté una productora, con la que trabajé como cámara para TVE 20 años. Éramos todoterreno. Nos tocó cubrir tragedias como el Prestige o el accidente de As Pías o hacer muchas entrevistas a políticos o músicos, como Julio Iglesias», afirma. «Hace cuatro años me jubilé, pero empecé a trabajar casi más que antes», enlaza divertido.
«A mí me dolía contemplar el estado del muro de cemento que había en mi calle. Un día, estando en O Barco, vi a un profesor con alumnos haciendo mosaicos y pensé que eso podría quedar bien allí. Probé en mi casa. Busqué azulejos, también por los contenedores, intentando localizar los de color, y me lancé. La técnica la aprendí a base de prueba y error, aunque es sencilla. Solo hace falta dar golpes al azulejo y encajar los trozos», defiende humilde, admitiendo que al poco la rúa da Espiñeira ya contaba con un conjunto artístico que incluía figuras como las Dos Marías o Frida Kahlo, una réplica de la Catedral o un mosaico de N.H.U. «Es mi obra más personal. Un homenaje al grupo y a mi hermano, su batería, fallecido», comenta.
«Los vecinos, al verme, y sin decirme nada, empezaron a dejar azulejos al lado del muro o traían el maletero lleno. Reconocían sobre todo que lo hiciese gratis», remarca sobre un impulso para el que no encuentra explicación. «Yo lo disfruto y ver que sitios a los que antes no iba gente, ahora tienen vida, me anima», prosigue. «En la zona no paré de trabajar. Hice hasta diez obras. Decoré el anexo a la iglesia y realicé un mosaico de temas infantiles en el colegio La Milagrosa. Los niños salían corriendo para ayudarme con el martillo. Me llamaban "don Julio"», apunta risueño. «Al poco una asociación de vecinos hizo una recolecta en un bar para comprar azulejos y me llamó para decorar unos asientos en la avenida de Vilagarcía. Luego contactó conmigo la asociación de Vista Alegre. También hice obras en un bar del Ensanche. Nunca pensé ver mis mosaicos fuera de mi calle, ni en otros barrios ni menos en Zamora, donde una conocida me pidió dar color a su casa... Ahora tengo más proyectos, también fuera de Santiago, pero lo llevo con calma», sostiene, desvelando el rincón que le gustaría redecorar. «Es el banco de los susurros de la Alameda», explica.
«Me llaman el Gaudí compostelano, pero solo tapo cemento. A mi hija le dicen que puede estar orgullosa por unas obras que van a perdurar. A mí lo que me llena ver que las disfruta la gente», resalta.