Un proyecto internacional del Centro de Estudios de Seguridad de la USC intenta buscar herramientas para frenar un fenómeno que pone en jaque la democracia, las decisiones geopolíticas y que ya habían detectado hace 15 años
18 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.«Una de las cosas que detectamos hace seis o siete año como un problema de seguridad era la desinformación». El Centro de Estudios de Seguridad de la USC, (Ceseg) que dirige el catedrático José Julio Fernández, ha estado inmerso desde hace unos años en un proyecto internacional sobre respuestas a los desafíos de seguridad. La manipulación informativa en la guerra de Irak al hilo de las inexistentes armas de destrucción masiva y la situación que se ha dado con la guerra de Ucrania.« Detectamos que había un elemento muy relevante en la realidad de la seguridad actual, que era la desinformación» y de hecho, en los conocidos como conflictos híbridos (los que se separan de la guerra tradicional entre dos ejércitos) tienen como una de sus características fundamentales la desinformación.
Por eso, el centro de investigación universitaria ha iniciado un proyecto científico centrado en cómo la manipulación informativa puede considerarse una amenaza para la seguridad y un problema para la calidad democrática. En este proyecto se han unido profesionales de 20 universidades de ocho países para estudiar el fenómeno de la desinformación desde diferentes perspectivas, incluyendo la opinión de la ciudadanía.
Desde hace semanas, el transporte urbano de Santiago (además de otras acciones, como cartelería en Renfe y en los centros de la Xunta) invita a la población a hacer una encuesta en la que se pide opinión sobre la gravedad del problema, que relate su experiencia personal con el fenómeno de la desinformación y aporte posibles soluciones. Por el momento, ya han dado su punto de vista más de 3.000 personas.
La tecnología ha intensificado un fenómeno, el de la desinformación y la manipulación informativa, que ya existía: la automatización de procesos, los bots, las granjas de trolls, inteligencia artificial contribuyen a esparcir desinformación, bulos, noticias falsas, fake news. ¿Qué respuestas se están dando? «La Unión Europea y la OTAN tienen estructuras estables para combatir la desinformación rusa, básicamente, pero no aceptan la desinformación occidental, que existe, y nuestra visión de la guerra de Ucrania está parcelada por los intereses occidentales», explica Fernández, que recuerda que los medios rusos fueron censurados en occidente, «lo cual parece un escándalo democrático».
La falta de respuestas adecuadas —«no puede ser la censura» insiste el catedrático de la USC— es un tema delicado, «porque la respuesta la desinformación no puede ser un problema adicional a la democracia» y aunque se ponen en marcha herramientas, como el procedimiento contra la desinformación que se inició en España durante la pandemia, el proyecto quiere también buscar herramientas útiles para frenar este proceso.
«En eso estamos trabajando ahora, pero yo creo que será la educación y la alfabetización digital» tanto de los jóvenes como del conjunto de la sociedad, lo cual no será fácil, vaticina José Julio Fernández. Fomentar el espíritu crítico y la capacidad de cotejar fuentes y de contrainformarse son algunas de las destrezas básicas para tener una sociedad crítica e informada.
El equipo de investigación desarrollará una guía informativa, algo así como aprenda usted a pensar de manera crítica. Huir de la simplificación y el maniqueísmo, cotejar la información acudir a fuentes fiables, verificar la información y leerla con detenimiento, fijarse en la fecha y la hora para comprobar si es actual o antigua, son algunos de los consejos que contendrán estas guías.
Los protocolos irán especialmente dirigidos a colectivos, que, a falta de datos estadísticos, parecen ser más vulnerables a la desinformación. Los adolescentes son más favorables a relatos simplistas porque todavía están en proceso de socialización y captan el mensaje de una manera radical.
Las personas mayores pueden tener un cansancio cognitivo y quizá se adapten mejor a mensajes también simplistas y manipulados. Y las personas con discapacidad intelectual también son vulnerables, explica José Julio Fernández.
Propaganda versus desinformación
Es importante también tener claros los conceptos. La propaganda, tan característica de las guerras es distinto a la manipulación informativa, que no es otra cosa más que alterar el relato con respecto a la fuente original. Propaganda es ensalzar una serie de virtudes positivas e una actividad, un producto, o incluso de una ideología. «Y, sin embargo ahora lo que vemos es que la propaganda es desinformadora. Prácticamente todos los comunicados que hacen el Kremlin y Ucrania son manipulados. Es el ejemplo paradigmático de cómo la propaganda en los conflictos híbridos se convierte en desinformación». Por eso, aunque son conceptos diferentes, en la actualidad se entremezclan.
«Se ha convertido en lo normal, la verdad objetiva no importa, todo es relativo. Lo que importa son las circunstancias», afirma el catedrático de Derecho de la USC. La verdad objetiva ya no es un valor, lamenta parafraseando diversos mensajes de la red social X (antes Twitter) con declaraciones presuntamente falsas de personajes políticos.
«Estamos en unos nuevos valores político-democráticos que son disvalores». La sociedad de la información posmoderna, ha asumido otro tipo de valores, «el relativismo, la respuesta a las circunstancias para conseguir una ganancia inmediata, un titular. Ese el rédito que consigue un tuit desinformador». Así es como el proceso de toma de decisiones de la opinión pública queda adulterado.
«Si la base de conocimiento está manipulada, el proceso de toma de decisiones se tergiversa, la decisión final no es en interés general, es en el interés circunstancial». El escándalo de Cambridge Analytica y la victoria de Trump. El proceso del brexit.
Por eso en los últimos 15 años han crecido tanto los populismos. Líderes que no responden al interés general de la nación, si no al interés particular de su familia, de su partido, de sus correligionarios: el chavismo, varios líderes argentinos, López Obrador en México, Bolsonaro en Brasil, Trump en Estados Unidos y en Europa, líderes polacos y húngaros «que frisan eso, aunque no dejan de ser democracias de la UE».
En seguridad la idea es la misma: «Si la toma de decisiones en las políticas públicas de seguridad está tergiversada, la decisión de seguridad internacional no es correcta». El ejemplo paradigmático es la invasión de Irak. La caída de Sadam Huseín desestabilizó Siria e Irak y está en la base de la problemática actual en Oriente Medio. «Los problemas son iguales tanto en términos de calidad democrática y de votar racionalmente como en términos de seguridad internacional, de adoptar decisiones geopolíticas».
«La situación es complicada, pero estamos cada vez más concienciados». Los gobiernos europeos y el Consejo de Europa están desarrollando estrategias y unidades frente a la desinformación, la OTAN ha puesto en marcha unidades específicas frente a la desinformación rusa y lo más probable es que Naciones Unidas también tome cartas en el asunto. «El futuro no es necesariamente negativo si los poderes públicos siguen insistiendo» en el apoyo a los verificadores, en financiar investigaciones a este respecto y en divulgar y publicar sus resultados.
José Julio Fernández es moderadamente optimista, porque hay que ver si las medidas no tienen consecuencias negativas para eliminar «el disenso legítimo y necesario en democracia. Hay que tener opiniones diversas, no una monovisión».