José María Fandiño: «Santiago debe reconciliarse con la universidad y ser un gran campus»
SANTIAGO

Advierte que es el titular más joven de los cinco que son en la asignatura
18 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.«El doctor Salorio, con quien nos formamos mi padre y yo, decía de mí que era su nieto oculista. Él nos enseñó a ser médicos. Hay que ver el ojo, pero también detrás, en el conjunto; porque conviene saber si el individuo tiene hipertensión, diabetes, reumatismo… Hay que hablar con el paciente, insistía Salorio. Y mi abuela me decía a mí: ‘Pepiño, acaríñame á xente que a mitá da cura é a ternura'. Y creo haber aprendido la lección», según señala José María Fandiño Fernández (Santiago, 1960), profesor de Oftalmología en la Facultade de Medicina y oculista con consulta en Santiago y Noia.
Le gustan por igual la docencia y el ejercicio profesional: «Mi trabajo es una bendición». Recuerda que, al principio, acompañaba a su padre por los sanatorios de la ciudad (Señarís, Álvarez, La Esperanza, Souto Bóo): «De mi padre, que falleció en el 2015, admiraba su capacidad de trabajo y fue un maestro en muchas cosas; pero no llevó bien pasar de ser el doctor Fandiño a ser el padre del doctor Fandiño». Piño —como se le llamaba en el colegio La Salle— pertenece a la última promoción en que entraron unos mil trescientos estudiantes en la facultad: «En la cafetería había tantas máquinas de café que aquello era un feirón todos los días». En segundo de carrera ya era alumno interno de Farmacología, y en quinto, profesor ayudante de prácticas; y ya se quedó como docente hasta hoy: «Ahora mismo soy el titular más joven de los cinco que somos. Pronto nos toca jubilarnos a un montón de médicos».
El profesor Fandiño destaca los enormes avances de la especialidad. «Si cuando entré en la universidad en 1977 me dicen que íbamos a poder contar las fibras del nervio óptico, hacer cirugías de miopía en tres o cuatro minutos por ojo con láser y las cataratas en veinte… En 1985 el paciente de cataratas se quedaba tres días en cama con el ojo tapado; hoy sales de la operación por tu propio pie y te vas a casa. Y las incisiones pasaron de 16 a 2 mm. Tras una cirugía ocular el confort y la calidad de la visión del paciente son muy superiores. También tenemos tratamiento para la degeneración macular asociada a la edad (DMAE) con inyectables para el ojo. Nada que ver con lo que había en mis inicios», tal como explica el oculista, que aún no piensa en jubilarse. «No moriré con las botas puestas, pero no pienso dejarlo mientras tenga cuerda», añade.
Navegar es una de sus pasiones desde la niñez, así que el litoral gallego se lo ha recorrido varias veces. «He regateado mucho, pero mi último barco ya es de paseo. A mí lo que me gusta es el mar y el monte, ya que me paso la semana encerrado a oscuras en la consulta. Como paisaje no hay como las rías altas», según señala Fandiño, que reparte sus veranos entre Portosiño y Cariño, de donde es su mujer y con la que tiene dos hijos. «La familia es mi otra pasión. Soy como mamá gallina, me gusta la casa llena. Menos mal que Teresa es como yo. Y disfrutamos mucho de nuestras amistades», celebra con gozo.
Por otra parte, este santiagués inquieto advierte que a la ciudad le falta ser el referente gallego con una universidad con mucha más especialización. «Lo que quiero decir es que habría que convertir Santiago en un gran campus. La ciudad tendría que reconciliarse con la universidad, porque se está despersonalizando y convirtiéndose en un gueto turístico, con dificultades de alojamiento para nuestros estudiantes», según afirma este veterano profesional que tiene en el horno un libro con historias de Santiago. Pues que no se demore la edición.