La atípica historia en las redes sociales de Miguelito W.

SANTIAGO

A Miguel Vázquez Naveira le gusta ir de ruta, cuando tiene tiempo, en busca de lugares recónditos de la ciudad que le sirvan como telón de fondo para sus fotos en Instagram y reconoce que es habitual que muchos se interesen por los escenarios que escoge en Compostela.
A Miguel Vázquez Naveira le gusta ir de ruta, cuando tiene tiempo, en busca de lugares recónditos de la ciudad que le sirvan como telón de fondo para sus fotos en Instagram y reconoce que es habitual que muchos se interesen por los escenarios que escoge en Compostela. CEDIDA

Este bloguero con más de 21.000 seguidores, que vive entre Santiago y Betanzos, no vio disparado de repente su alcance y dice que sintió «más el cariño de Instagram que de mi familia»

28 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

La historia de cómo llegó Miguel Vázquez Naveira a convertirse en un instagrammer al que pagan por colaboraciones publicitarias es un tanto atípica. Él no tuvo el típico contenido viral que hizo que se dispararan sus seguidores de un día para otro. En lugar de eso, su visibilidad en Instagram fue creciendo poco a poco durante los últimos 10 años, hasta llegar discretamente a más de 21.000 followers. Es hombre de una sola red social (no probó suerte en TikTok, YouTube u otras plataformas para ampliar su alcance). No se le pasó por la cabeza, dice,  pagar por tener más seguidores ni tampoco ha tenido problemas graves o los típicos haters que se esconden detrás de una pantalla para atacar y tanto daño han hecho a quienes sí la dan. Todo lo contrario: «He sufrido rupturas, problemas familiares, se han puesto malitos mis padres... y en los malos momentos he sentido incluso más el cariño de las redes sociales que de mi propia familia. Me parece increíble que se interesen así por mí, sin tener yo una vida de luz y de color, sino muy sencilla, y, siendo una persona a la que le pasan cosas normales. La gente que me sigue se preocupa por mí a cambio de nada... En general, tengo que decir que tengo un feedback muy bueno. Soy una persona muy transparente para todo. Y, si dicen algo que me ofenda, yo contesto... tampoco me quedo yo con eso dentro, que me genera bultos».

Con la misma naturalidad que se expresa aquí, se muestra de cara al mundo virtual este mostoleño de 33 años que vive a caballo entre Betanzos y Santiago, y responde al nombre de Miguelito W. en Instagram. Con solo 4 años se mudó con su familia a Galicia y sigue apegado a la capital de la tortilla «por amor a mis padres», mientras que a la ciudad del Apóstolo lo trae «el amor a mi pareja». Hizo Administración y Dirección de Empresas (ADE) en la USC, a pesar de que en su aforo interior siempre soñó con estudiar Ciencias de la Comunicación y trabajar en televisión, aunque desistió al considerar que tenía pocas posibilidades: «¿Cuántos llegan a ser María Patiño?». Lo más cerca que llegó él, recuerda, es a la fase presencial de Gran Hermano cuando todavía habitaba la casa de Guadalix gente anónima. 

Empezó a trabajar en una tienda de moda en Compostela y hoy sigue en el sector, como responsable de un establecimiento en A Coruña. En redes, no tiene un perfil superespecializado y tanto publica contenido sobre moda o su último viaje como comenta su día a día: «Hoy puedo hablar de lo que me compré en rebajas y mañana de lo cabreado que estoy con las obras en A Coruña o de la parte mala de trabajar en una tienda de cara al público». Miguel se define como una persona «muy sencilla y vehemente, pero sensible». Ya no recuerda cuando le pagaron por primera vez por compartir algo en Instagram. Ha hecho colaboraciones con todo tipo de marcas, con más y menos glamur: cereales, perfumes, pizzas... Pero insiste en que «yo no me creo nada ni nadie»... «¡Ojalá pudiera vivir solo de esto, cobrar 90.000 euros al mes y ser un Pelayo Díaz, pero no!», dice un bloguero e influencer atípicamente humilde.

Confiesa que comenzó a compartir publicaciones en Instagram a sus 23 años «sin ninguna proyección de nada y porque era la red social que estaba de moda en el momento». «Empecé muy poco a poco, sin trabajarlo mucho y fui perdiendo la vergüenza para hacer stories y contar lo que se me ocurría». A día de hoy, añade, «sigo siendo muy sencillo: saco las fotos con mi móvil y no utilizo Photoshop ni nada de eso». Cuenta en muchas ocasiones con la ayuda de su pareja o de una amiga, Laura, para retratarlo. Y dice que él es «de insinuar, per nunca enseñar». Confiesa que puede dedicarle horas a una foto que aparezca publicada en su feed, entre que escoge el emplazamiento, decide cómo será la imagen y la seca:« A las cosas que me importan les pongo empeño siempre e intento mejorar, dentro de mis medios y mi tiempo».

Entre sus seguidores, hay personas de distintas partes de España e incluso del extranjero: Colombia, Reino Unido... «Todavía no sé cómo llegué a ellos», reflexiona entre risas Miguel, quien admite que en más de una ocasión ha puesto un pulgar hacia arriba a un comentario en otro idioma sin saber muy bien qué significaba por no usar el Google Traductor. El perfil donde mayor alcance tiene, es entre chicos de 25 a treinta y pico años, aunque también llega a un público de mayor edad. En algún caso, ha llegado a forjar amistad con desconocidos que empezaron a seguirlo por Instagram, revela: «Aunque parece que en redes la gente es muy negativa con otras personas, se mueve por intereses y hay mucha envidia, en mi caso puedo decir que sigue quedando gente buena». De hecho, a todos sus novios los conoció a través de Instagram y no de apps tipo Tinder y afines. 

¿Y de dónde viene la w de Miguelito W.? «Viene de wapetón. Miguelitowapeton es la primera dirección de correo electrónico que tuve. En realidad, me la hicieron, y no la cambié desde entonces. Además, una w partida por la mitad incluye la v de Vázquez y, quitando el primer palito, la n de Naveira, por lo que ya es como una imagen de marca», responde él.