Manuel DeAndrade: «Pasé de ser el malo de 'Luar' a alucinar con el cariño tras el accidente»
SANTIAGO
Fotógrafo por tradición familiar y músico de vocación, ganó fama como implacable jurado en un concurso televisivo, bautizándosele como el Risto gallego. Lleva ya 600 programas en «prime time». En el 2022 sufrió un duro accidente, por el que pasó 13 veces por el quirófano. A su lado, en el hospital, estuvo, entre otros muchos, Gayoso
28 abr 2024 . Actualizado a las 08:12 h.Para la foto, Manuel DeAndrade, como se le conoce popularmente en televisión, se pone en pie. «Mucha gente, al verme en sillas de ruedas, me pregunta que qué tal estoy, algo que agradezco mucho. Mi recuperación está siendo larga. Llevo 13 operaciones y estuve 90 días tumbado en un hospital sin apoyar un pie, pero confío, a pesar de los dolores, que siguen, en que todo avance», se sincera el polifacético artista, uno de los rostros más conocidos de Luar, donde ejerce de jurado en el concurso Recantos, de jóvenes talentos de la canción.
Al programa de la TVG volvió en febrero del 2023, pocos meses después del grave choque frontal que tuvo en la N-547, en su Melide natal. «Allí, por ahora, me cuesta volver. Me siento compostelano. Aquí llegué hace 30 años», evoca.
«Pertenezco a una saga de fotógrafos. Mi abuelo era minutero. Nuestra tienda allí era Fotos Manolo. Me crie entre reveladores e hice mi primer reportaje de boda a los 10 años», repasa, sin descubrir su edad. «Siempre digo que es indefinida», bromea. Ya de inicio, se orienta a la fotografía de moda, trabajando para marcas como Giorgio Armani o en pasarelas como Nueva York o Milán, sin dejar de tocar más campos. «De joven llegué a tener otra tienda de fotos en Melide mientras, en Santiago, donde vivía, trabajaba en el aeropuerto, como consignatario aéreo, con las cargas, y como agente de aduanas. Allí conocí a un empresario con el que monté un puesto de marisco en Mercagalicia. Hice de todo», recuerda divertido, poniendo el foco en que una constante en su vida fue la música. «Desde los 14 años canté en grupos, de pop; también al llegar a Santiago. Eran los 90 y tocabas en pubs como el Número K...», rememora, y enlaza ya con la tele.
«Yo había aprendido a grabar y a editar vídeos con mi padre, uno de los primeros fotógrafos que los incluyó en los reportajes sociales. A la tele llegué de forma casual, tras conocer a Roberto Vilar en un gimnasio. Conectamos. Ya metido en el mundo audiovisual, pensamos el guion de Land Rober, programa en el que yo era ayudante de dirección y director musical. Ya en el 2009 tuvo una grandísima audiencia», celebra, aclarando que fue Teo Manuel Abad, director de Luar, quien, en el 2011, lo fichó para Recantos.
«Él decía que me veía rápido contestando, con carácter, implacable, algo que le gustaba para el jurado. Me dieron total libertad. Nunca me guionizaron. Ser fotógrafo de moda me valió para evaluar estilismos, mientras que mi trayectoria musical, que incluyó ser compositor de varias cabeceras de programas, fue básica. Me vestí de negro para no estar pendiente del vestuario, pensando que podía durar, pero sin imaginar llevar 13 años y 600 programas en prime time. A las tres semanas el personaje era un fenómeno. Me bautizaron como el Risto gallego, algo que ayudó a construirlo, aunque creo que no lo refleja, porque aquí la retranca es básica», acentúa, apostando por ella. «Al principio era cañero y la gente me lo recriminaba en plató, con abucheos, y por la calle. Fue duro, también por lo que leía en redes. Ahora soy más cómico, supe virar y lograr que te quieran, también al ver tu parte humana. En Luar me puse de nombre Manuel DeAndrade por el apellido de mi madre, como homenaje. Estar en plató con artistas que ella admiraba, como Sara Montiel, fue emotivo», añade, admitiendo que entre sus grandes amigos está Bertín Osborne, con quien cantó duetos. «Pasé de ser el malo de Luar a alucinar con el cariño tras el accidente, como el que me transmiten los oyentes del programa nocturno que tuve en Radio Galega», prosigue.
Sobre el siniestro, que le dejó serias fracturas en las piernas, no le cuesta hablar. «Es un desahogo. El apoyo y el respeto a mi silencio fue constante. Son golpes de realidad que te hacen ver la muerte cerca, pero que te acercan a mucha gente. No olvido las visitas al hospital de Piñeiro, Tonhito de Poi o Roberto Vilar. También de Gayoso, amigo y cómplice. Mis compañeros de habitación alucinaban. El viernes veíamos Luar, pero nos perdíamos Recantos, al tener que apagar la televisión a las 00.00 horas», comenta.
«El regreso al plató en el 2023 fue emocionante. Ahora vuelvo a ser más duro, para que no me quieran tanto. Uno es gamberro», acentúa riendo.