Un hijo del firmante ha tenido que ir hace unos días a urgencias del CHUS. Trato cordial y a esperar desde primera hora de la tarde hasta última, porque un médico decidió hacer una radiografía y había atasco.
Esos son los hechos, que es a lo que nos dedicamos los periodistas, a contarlos. Y, como bien dejó claro el periodismo anglosajón, los hechos son sagrados y las opiniones, libres.
Por supuesto que todo el mundo que va a urgencias quiere que lo atiendan ya. O sea, al momento, déjese de historias que por eso vengo a aquí, no quiero demoras. Eso es humano. Y quien escribe estas líneas no fue una excepción en el par de veces que tuvo que acudir. Pero de ahí a que unos ignorantes como somos los pacientes protestemos porque entendamos que está mal organizado el servicio dista un mundo. La protesta solo tiene lugar si hay una mala praxis médica (ojo, la medicina no es una ciencia exacta) o si mientras uno sufre en la sala de espera los médicos se dedican a jugar al tute.
La tarde que mi hijo estuvo allí ni médicos ni ATS pararon ni un solo segundo. Porque todo paciente exige que lo miren bien, y eso requiere, por lo general, tiempo. Y a su vez eso implica que el siguiente, espera. Además, no hay turno de llegada, hay gravedad de los casos, y quien aparece con una pierna fracturada y el fémur medio saliendo tiene prioridad sobre quien va por una bronquitis. Caso real, por cierto: el de la bronquitis era yo, y al de la pierna no lo conocí.
De manera que en este país donde todos opinan procede dejar trabajar a los profesionales. A quien ahora ocupa la consellería de Sanidade y a su equipo, y a quienes, en urgencias del CHUS, muestran la gran profesionalidad que muestran.