El presidente portugués, el conservador Rebelo de Sousa, es un señor con mayúsculas, en la mejor tradición italiana (aunque allá los presidentes sí fueron excepcionales pero los políticos rayan en la ruindad, cosa esta última que no pasa en Portugal). El señor Rebelo de Sousa ha abierto el melón del debate sobre la mirada de los países colonizadores sobre los colonizados. Los ultras quieren acusarlo de alta traición, así que debe de estar acertado el hombre.
Esa es una cara de la moneda. La otra la ocupa un auténtico panfleto publicado nada menos que por una universidad, la Oberta de Catalunya, bajo el pomposo y vacuo título de «Descolonizar los museos: una oportunidad para reimaginar las narrativas culturales». Por si el lector es ignaro, traduzco las cuatro últimas palabras: cómo manipular la historia para negarla y transformarla según la mirada y los valores de hoy. Para muestra, un botón: el texto, sin firma, dice, entre otras lindezas, que hay que reconocer que los museos «se fundaron con la misión de ser vehículos del aparato colonial». Conste para oprobio el nombre de quien hace declaraciones al respecto: la profesora María Íñigo.
¿Y en Santiago? Pues hasta ahora reina el sentidiño. Pero es cuestión de tiempo que un iluminado o iluminada saque el tema a relucir e investigue si en el Museo do Pobo Galego o en cualquier otro no habrá habido pillaje cultural, y como algunos creen que Galicia fue (o aún es) una colonia, pues habrá que descolonizarlo.
Son ganas de marear. A esa tropa yo no la mandaría a hablar con Rebelo de Sousa, no da el mínimo nivel y no entendería nada. La mandaría a que descolonice Gaza, Cisjordania o incluso Ucrania. Y luego que me lo cuenten.