El Museo de Melide donará a la Catedral una talla de su coro lígneo del siglo XVII
SANTIAGO
Es la tabla de Santo Domingo, una de las tres que faltan en la sillería de madera, ahora en la iglesia de San Martín Pinario
02 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Al antiguo coro lígneo de la Catedral de Santiago, expuesto definitivamente desde su restauración hace veinte años en la tribuna de la iglesia del monasterio de San Martín Pinario, le faltan las tallas de tres de sus 84 sillas. Una de ellas, la que representa la penitencia de Santo Domingo, se conserva en el Museo Terra de Melide con todo el mimo que exige la custodia de una pieza única que pertenece a un conjunto renacentista en madera que, desde principios del siglo XVII, sustituyó en la nave central de la basílica compostelana al coro medieval de piedra del maestro Mateo.
¿Y cómo fue a parar la tabla de sitial de Santo Domingo Penitente a la localidad melidense? La recibió para la galería etnográfica su director, Xosé Manuel Broz, testimonio vivo de una donación hecha por el médico odontólogo Ricardo García Calvo. La pieza llegó al museo de Melide en el año 2002, y, desde entonces, allí permanece expuesta —protegida en el interior de una urna— por ser esa la voluntad de su donante: que permaneciese bajo custodia en su tierra natal hasta su fallecimiento, y el de su esposa, Elisa Rodríguez Mariño. La palabra dada selló aquella cesión, y, una vez cumplida, la talla, propiedad de la institución melidense, volverá a su emplazamiento original.
«O Museo de Melide comezou no ano 2024 as xestións administrativas para ceder esta táboa á Catedral de Santiago e que sexa recolocada e restaurada no seu lexítimo emprazamento, considerando que un ben non debe ser nin estar alleo do lugar para o que foi concibido», avanzaron desde la galería, al hilo de las entradas que la arqueóloga Cristina Vázquez Neira elabora para el blog y para las redes del museo, dando a conocer las piezas más singulares que se exponen. Aunque fue ahora cuando se empezó a tramitar formalmente la cesión, el asunto lo abordaron, con anterioridad y en diferentes reuniones del Consello Galego de Museos, el director de los Museos Catedralicios, Ramón Yzquierdo Peiró, y Xosé Manuel Broz.
El director de la galería etnográfica de Melide defiende la donación, que se hará con carácter permanente, al entender que «unha peza artística debe estar no seu lugar de procedencia. A talla de Santo Domingo Penitente —insiste— era da Catedral de Santiago e volve ao seu propietario». Se trata, además, de «unha peza de singular importancia, por tratarse dunha das últimas táboas do coro lígneo de Santiago que aínda non están no seu lugar orixinal, e, ao mesmo tempo, por ser dunha calidade excepcional, ao tratarse dunha talla elaborada no século XVI e concibida para estar en tan egrexio emprazamento», sostiene, en su reseña digital, la arqueóloga del museo melidense.
Valor histórico y artístico
La importancia histórica del coro renacentista de madera de la Catedral de Santiago es indiscutible. El conjunto comenzó a proyectarse a finales del siglo XVI por encargo del arzobispo compostelano Juan de San Clemente. El anterior coro —el de piedra, del maestro Mateo— «resultaba frío e escaso», apunta Cristina Vázquez Neira. Finalizado en 1609, permaneció en la Catedral hasta la década de 1940. Su ubicación en la nave central de la basílica «imposibilitaba a vista do Altar Maior dende o Pórtico da Gloria», explica Vázquez Neira, que, sobre los cuatro siglos de historia del coro lígneo, también cuenta que en 1943 se montó en San Martín Pinario para luego trasladarlo al monasterio de Sobrado dos Monxes, de donde se rescató para su restauración en el año 2002.
Incuestionable también es el valor artístico del coro lígneo, obra de los escultores Gregorio Español y Juan Davila; por ende, de la talla que custodia el museo de Melide. Sobre la pieza, la arqueóloga del museo de Melide, subraya la «mestría» con la que se talló, perceptible, explica, «na fonda expresividade que se pode apreciar no rostro do santo, nos pregues da túnica, na concepción arquitectónica, e no profundo realismo da factura».