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La hija de militar que se rebeló en casa y se negó a acatar disciplinas de partido

Elisa Álvarez González
Elisa Álvarez SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

XOAN A. SOLER

Manuela Fraguela vivía los bailes del casino de joven «como un martirio»; estuvo en la primera corporación democrática de Santiago, «foi irrepetible»

10 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Manuela Fraguela es ferrolana del 44, «e Ferrol imprime carácter, ou es dun lado ou doutro». Jubilada y portavoz de la plataforma de pensionistas de Compostela, no ha dejado de luchar por lo que cree. Hija de militar, estudió en un colegio de monjas, y aunque su madre era una persona comprensiva y abierta, no sabe muy bien de dónde sacó ese carácter rebelde e inconformista. Pero lo ha tenido siempre. Ya de niña, cuando un tío de su madre regresó de Cuba casado con una mujer negra, lo reflejaba, «case morre media familia e eu tan pequena como era pensaba, ‘pero qué máis dará que sexa negra, parecíame incrible».

Manuela supo siempre que quería estudiar. Su padre había diseñado su vida, iba a trabajar en intendencia, en la Marina, «e eu xa lle dixen que se esquecera». Pero eran tiempos en los que los progenitores decidían. La mandaban a los bailes del casino, «e aquilo era un martirio, esperando que viñese algún a sacarte a bailar, por riba os cadetes non podían estar de costa aos superiores e facían tal piruetas que todo acababa sendo un disparate».

Otro de sus tíos, médico y dicen que masón, apoyó sus sueños. «Dicíalle ao meu pai, Juan, esta nena vai coller unha depresión se non a deixas ir estudar». Lo convencieron para que hiciese las pruebas de acceso a la universidad en Santiago. Aquí la joven contrajo la hepatitis vírica y su tío aprovechó, «Juan, cando se repoña, que estude o que queira». Logró irse a Madrid a estudiar Ciencias Económicas, Empresariales y Políticas, «o de políticas non llo dixemos ao meu pai», cuenta Manuela. Fue una etapa, relata, de cambio, nueva e interesante, «na que nunca fomos conscientes do perigo, nin físico nin de como se podía torcer o noso futuro». Aunque había dado un salto importante en su independencia, con el tiempo descubrió que su padre había tejido sus redes y siempre había alguien de la social —la policía franquista— controlando.

Tanto ella como su exmarido, Ramón López-Suevos, estudiaron Económicas, y a través de Beiras, que buscaba profesorado para la recién creada facultad de Económicas de Santiago, se instalaron en la capital gallega. Militó en la ANPG y formó parte de la primera corporación municipal de Santiago. Allí conoció la satisfacción de la política municipal y los sinsabores de la disciplina partidaria. Souto Paz (UCD) era el alcalde en una época en la que había «un total respecto entre todos, non sei por que era, ou ben todos querían que aquilo saíse para adiante ou foi a sorte da humanidade desa primeira corporación. O de agora non podo entendelo». Entonces se debatía, a veces a gritos, pero se avanzaba y se pactaba. 

El miedo del 23F

Recuerda el golpe de Estado del 23F y como Souto Paz le abrió las puertas del concello a ella y a otros políticos de izquierdas (Pasín, Pancho Candela), para estar más seguros. No fue, porque sus niños eran pequeños y ya estaba separada. «Tamén Camilo (Nogueira), me chamou para dicirme que se quedaba cos nenos», recuerda agradecida.

Pero la decepcionaron los engranajes partidarios, «non podías saír e ir tomar un viño cun da UCD, pero isto qué é, o Ku Klux Klan?», pensaba Fraguela. En una asamblea del partido —la habían convencido para entrar en la UPG—, se decidió expulsar a algunos miembros, «as explicacións que daban eras surrealistas, en non avalaba esas expulsións e dixéronme: ‘pois ti tamén’». Así terminó su trayectoria política, a la que nunca quiso volver. Le dolió y le marcó, «foi a nivel persoal», lamenta. Recibió el apoyo de algunos políticos, como Xerardo Estévez «que sempre se portou moi ben comigo», pero no quiso regresar.

La Facultad de Económicas no le resultaba cómoda a nivel personal tras haber tenido desavenencias en el departamento, y el buen recuerdo de la actividad municipal la llevó a opositar a secretaria de ayuntamiento.

Renegó muchos años de la política partidaria y estructurada pero nunca de la política entendida como debate o lucha por los derechos sociales. Por eso cuando en el año 2018 se vio en la praza do Obradoiro, junto a otros jubilados, defendiendo la revalorización de las pensiones, en una convocatoria espontánea, sintió que eso sí formaba parte de su ADN, «animeime porque non me sentín obrigada».

Desde la barrera ve una confrontación que no entiende, «una profesionalización enfermiza» de la actividad política y poca formación. Eso sí, no se cansa de luchar, «algunhas polo que sexa temos una traxectoria de pelexar, eu xa comecei no colexio».