Natalia Monje, escritora: «Creemos que somos muy racionales, pero después reproducimos tics del pensamiento mágico»
SANTIAGO
La autora coruñesa se adentra por primera vez en la novela con «Los santos salvajes»
31 ago 2024 . Actualizado a las 20:23 h.Una investigadora se encuentra en una aldea de la Galicia rural con la muerte de una mujer embarazada, aparentemente atacada por un buey, pero el cadáver del feto no aparece por ninguna parte. Ese es el punto de partida de Los santos salvajes (Espasa), la primera novela de la escritora coruñesa Natalia Monje, que tiene en su currículo galardones como el Premio de Divulgación Histórica Juan Antonio Cebrián por Mala cosecha (2019).
—Hasta ahora había hecho libros de divulgación. ¿Qué es lo que le llevó a la ficción, a la novela?
—En realidad ha sido como un viaje de retorno. Yo escribo desde hace muchos años. Ahora mismo me dedico a la comunicación, al periodismo, pero sí que empecé a escribir ficción hace mucho tiempo. Pero, yo no soy una persona muy constante, cuando no veo el objetivo muy cercano; entonces, tengo un montón de cosas iniciadas y sin terminar. Y luego, cuando me empecé a dedicar al periodismo, creo que mi necesidad de ser leída, se colmó por ahí. La verdad es que el periodismo es un medio fantástico para contar historias también, para narrar. Al final, lo que a mí me gusta es contar historias. Y entonces me enfoqué más en la no ficción y también en la escritura de ensayo, de ensayo histórico... Yo de formación, además de periodista, también soy historiadora. Aunque es cierto que, cuando he escrito ensayo y no ficción, siempre he tenido mucho interés en trasladar ciertas fórmulas narrativas de la literatura al ensayo, y sobre todo al ensayo histórico, que puede parecer un poco más árido. Yo tenía interés en acercar la lectura de la historia a otro tipo de lectores y por lo tanto utilizar para ello técnicas más literarias. Y de la novela surgió la posibilidad a través de Espasa, que me propuso escribir algo de ficción más largo. Yo tenía muchísimas ganas, desde hace mucho tiempo y así empezó toda esta aventura. Empezó hace dos años. La verdad que ha sido un camino largo porque las personas que nos dedicamos a otras cosas tenemos que compaginar los tiempos y a veces es complicado. Pero ha sido una aventura maravillosa y un aprendizaje maravilloso. Yo no tenía mucho conocimiento, por ejemplo, de todo lo que es la estructura literaria de un proyecto tan amplio. Además es que me salió una cosa larguísima, de 600 páginas casi. Ha sido un aprendizaje fabuloso, una aventura y por supuesto me he quedado con ganas de escribir más novelas, desde luego.
—En esta primera novela está también un poco esa huella de historiadora, porque hay historia entretejida en la trama, así como antropología, ritos...
—De hecho, yo me propongo escribir de lo que sé, aunque es un libro muy documentado. Hay muchos temas de los que no controlaba en profundidad y me he tenido que documentar mucho. Afortunadamente, esa formación que tengo como historiadora y periodista me ayuda mucho a la hora de saber dónde tengo que buscar. Hay fuentes de archivo y también orales, hay fragmentos que están directamente rescatados de trabajos que he hecho de recuperación yendo a pueblos y hablando con señoras sobre los métodos de sanación tradicional... Hay muchísimas fuentes de todo tipo, históricas, periodísticas...; también mucho trabajo de hemeroteca. Además, es cierto que trabajo sobre temas y sobre disciplinas que conozco. Hay personajes que son periodistas, antropólogos, que se dedican al trabajo social.... Yo en estos momentos soy comunicadora de una oenegé y conozco muy bien el tema de la intervención social. Es un libro con varias tramas y las tramas se sitúan en distintos tiempos. Hay una trama que se hunde en el Siglo de Oro, en el siglo XVII, que es una época que a mí me fascina, porque las mentalidades estaban impregnadas de un pensamiento mágico muy acentuado, pero al mismo tiempo estaba empezando a desarrollarse el pensamiento científico. Es una época apasionante. Pero la novela se desarrolla también en la actualidad. Hay una actualidad en la que vamos a poder reconocer muchas cosas que están pasando, temas como la sequía, como los pueblos sumergidos en los pantanos de Galicia que emergen en los tiempos de sequía y que esto nos produce también una atracción, una fascinación; temas como los baluros... Los baluros eran una sociedad secreta de sacerdotes que existió en A Terra Chá y de los cuales se conserva muy poca documentación y muy pocos testimonios. Ha sido también apasionante recuperar esos pocos testimonios que hay y recrear de una forma fabulada, pero basándome también en las fuentes que existen, cuál fue su trayectoria.
—Máscara, exorcismos, hablar con los muertos... ¿Cómo se conjuga todo esto que define como «folk horror»?
—Hay una idea que sobrevuela toda la novela, que los teóricos del terror ya la han formulado hace tiempo y que nos habla del terror y sobre todo del monstruo. Yo soy muy fan del cine de terror y de las novelas de terror y vemos cómo ese monstruo encarna habitualmente los traumas por los que ha pasado el protagonista de la película. Yo lo que formulo en la novela es que no solo las personas pueden tener traumas, sino también los territorios, las culturas, pueden haber pasado por traumas y que eso queda marcado de formas diversas en las creencias. Y esto es lo que proporciona este escenario en el cual se van desvelando esos traumas que sucedieron, o que yo fabulo que hayan sucedido en territorios como principalmente A Raia Seca y A Terra Chá, que quedaron impregnados en las culturas y las creencias, y que han afectado a las personas causándoles también otros traumas. Y todo eso se expresa en fórmulas monstruosas que han existido, como son todas esas de los exorcismos, etc. Por ejemplo, los casos que se hablan de exorcismos y de endemoniamientos en el libro están extraídos de un libro del siglo XVII que escribió un sacerdote de Aragón en el cual él hablaba de una epidemia de personas endemoniadas en dos pueblos de Aragón con dos mil mujeres endemoniadas. No digo que todo sea verdad, pero sí todo está basado en creencias que existieron, que existen. Por lo tanto, aunque las creencias estén basadas en fantasías o en pensamientos mágicos, las consecuencias que tienen esas creencias pueden ser muy tangibles y muy reales. Y esto es un poco como transita toda la trama de la novela.
—Habla de A Terra Chá y A Raia Seca. ¿Tenía claro que esta novela la iba a situar en Galicia? ¿Por qué en esos territorios?
—Es cierto que tengo otros territorios, pero realmente los principales, donde se sitúa el principal territorio de la acción, son diferentes localidades de A Raia Seca y luego también A Terra Chá. Hoy las sociedades somos muy móviles. En cualquier lugar, incluso si vas a las zonas rurales de Galicia, hay gente de otros lugares, la gente se va a otros sitios. Somos muy itinerantes y me gusta también que esto se transmita. Esa sensación del espacio rural como un espacio inamovible, donde nunca nada cambia, donde nunca pasa nada, no es cierta, sino al contrario. A mí A Terra Chá es una zona que personalmente me maravilla, me encanta y creo que me llaman mucho también la atención los lugares de frontera como espacios de contacto. Espacios de contacto muchas veces en situaciones que la ley en un lado es de tal manera y la ley en el otro lado o las circunstancias económicas son diferentes. Y se dan cosas tan curiosas. Por ejemplo, un espacio que aparece retratado es el Couto Mixto, esa república independiente que existió durante muchos siglos ahí en la frontera de España y Portugal. Hay cosas que solo pasan en la frontera. Todo ese tránsito un poco oculto de personas, de mercancías, de contrabando, es también algo que proporciona materia para la historia, que está muy relacionada con mitos, con ideas y con prácticas que se van transmitiendo y que se van expandiendo de una forma solapada.
—¿Tenía claro que iba a ser Galicia? ¿Fue antes el escenario o la trama?
—Hay otros escenarios en la novela, de hecho se conectan en la trama antigua sucesos que están documentados en Aragón en el siglo XVII con otros sucesos que tienen lugar en Galicia después. Hay otros escenarios, hay escenarios en Portugal; también los personajes son todos diversos, se habla también de las identidades compartidas de la migración. La protagonista es una mujer que nace en Londres, pero que es hija de un gallego y de una portuguesa. Cosas que son habituales en la diáspora gallega en Londres. Sí que tenía claro que quería tratar determinados temas que hacían de Galicia y, sobre todo sus territorios tan peculiares como la Raia Seca y A Terra Chá, el escenario ideal. Uno es la historia de los valuros, que quería hablar sobre estos personajes que existieron y fabular un poco sobre cuál puede ser su papel, porque no tenemos casi ningún documento sobre ellos. Y luego quería hablar sobre la construcción del enemigo y cómo la idea del enemigo se va perpetuando. Después, no sabemos muy bien por qué, se pierden un poco los motivos de por qué hemos designado a esa persona como enemigo, como monstruo, como el personaje al que tenemos que temer y que tenemos que exterminar. Y vemos cómo eso perdura después en prácticas que quizá no sabemos reconocer sus orígenes. Y para eso era idóneo un territorio de frontera. Para los valuros necesitaba A Terra Chá y para el otro tema era idóneo hablar de territorios fronterizos por esa ambivalencia que tienen. Y entonces me parecía idóneo ubicarlo en estos dos lugares. Además A Terra Chá es un lugar que en cuanto a cultura, etnografía, es riquísimo e incluso paisajísticamente me coincidía muy bien con ciertos motivos que tenía mucho interés de incorporar como es el de los pueblos que emergen de los embalses.
—¿Hasta qué punto siguen vigentes esos mitos, esas creencias, en la sociedad actual?
—Bueno, la verdad es que ya no somos una sociedad de mitos. El mito es una representación y es cierto que esto lo hemos perdido mucho. Las sociedades de mitos incorporan y asumen o afrontan el trauma a través de la representación repetida. Esto es algo que también aparece en la novela. Yo recuerdo cuando estábamos recién salidos del confinamiento que escuché en la radio una entrevista a Héctor Urién, que es un cuentacuentos, que hablaba sobre la sociedad de mitos y como si fuésemos una sociedad de mitos, todos los años, en torno a la fecha de que empezó el confinamiento, repetiríamos un mini confinamiento representado y saldrían a la calle gigantes y cabezudos representando al virus. Y esto ha sido una forma de exorcizar nuestros miedos, volviéndonos a enfrentar a ellos, etc. Pero sí que es cierto que ciertos mitos de representación perduran en el formato, por ejemplo, de las mascaradas, de los entroidos, que tienen un papel muy importante en la historia. Pero bueno, también otro tipo de, no sé si llamarlos mitos o llamarlos grandes bulos históricos, que nos han acompañado a lo largo de la historia y todavía siguen en vigor. Ahora hablamos mucho de la desinformación, es muy de nuestros días. Yo llevo algunos proyectos que están relacionados con la desinformación y siempre pongo un ejemplo de cómo funciona esto. En la Edad Media, por ejemplo, había un bulo que hablaba de que los gitanos iban por los pueblos secuestrando niños y llevándoselos en un carromato. Y hace un par de años, en París, volvió un bulo que hablaba de que gitanos con una furgoneta blanca se ponían delante de los colegios y secuestraban niñas. Bueno, es el mismo bulo que vuelve una y otra vez y que está relacionado con esa construcción del enemigo, de nosotros y ellos, y que además puede propiciar cambios. El bulo es una mentira, pero, por ejemplo, en el caso este de París, esto despertó una ola de violencia contra los gitanos y era mentira lo que se decía. De esto me gusta hablar también, de cómo se generan creencias históricas, falsos recuerdos, basados en traumas que la sociedad tiene y se señalan a través de ellos enemigos que a lo mejor no son responsables de nada, como pasa en este caso de los gitanos, que históricamente han sido representados de esta forma completamente injusta. Y también está ver cómo esto condiciona la actualidad de una forma casi inconsciente.
—¿Tiene pensado seguir por el camino de la novela?
—A mí me interesa mucho investigar y representar esta dualidad entre el pensamiento mágico y el pensamiento racional, que realmente tampoco es que sea una dualidad. Nos encontramos con personas o vivimos en una época de un pensamiento que creemos que es muy racional, pero luego reproducimos determinadas prácticas y tics del pensamiento mágico. Y esa convivencia del pensamiento mágico con las mentes racionales es un tema que me interesa mucho explorar. Me interesa mucho explorar también temas que aparecen de una forma quizá un poco más difusa en esta novela, pero en los que me gustaría profundizar, como es la propia escritura que hacemos del pasado, los falsos recuerdos. Por ejemplo, analizar cómo se implantan los falsos recuerdos.
—¿Por qué folk horror?
—La tendencia de folk horror habla sobre, bueno, terror rural, y relacionado también con el paganismo, con creencias colectivas, que eso se mantienen de una forma un poco solapada, en grupos cerrados. Y bueno, a mí también es un género que me apasiona. Creo que los entornos rurales nos dan esos ingredientes tan estimulantes para encarnar el terror de esta forma de creencias paganas que perduran, y por eso quise incorporarle algún toque. Eso no quiere decir que sea una novela de folk horror, sino que tiene cierto tono en algunas de las tramas. Es como muy sugerente todo ese planteamiento de comunidades en las cuales se perpetúan extrañas creencias paganas que siguen sucediendo de una forma un poco oscura, y que no son visibles para la mayoría de las personas.