Sensaciones

Ignacio Carballo González
Ignacio Carballo LA SEMANA POR DELANTE

SANTIAGO

17 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay sucesos que deberían poder borrarse del imaginario de una ciudad. Como los de esta semana, como otros del pasado imposibles de olvidar. Conmovidos. Así nos dejó el homicidio de Antonio Costa, el popular Muñico, el de las hamburguesas, uno de los pilares de la Praza de Abastos por décadas de trabajo, por ser buena gente y blanco de multitud de simpatías, no solo de quienes frecuentaban su puesto de la nave 2. El ambiente ya venía caldeado por una creciente sensación de inseguridad en la capital con un argumentario más estadístico que otra cosa, porque los pequeños delitos apenas trascienden el círculo más próximo a quien los sufre pero sí engrosan los balances de criminalidad. Las estadísticas son frías, las sensaciones queman. Muertes como la sufrida por Muñico disparan esa percepción de que a cualquiera le puede tocar en el momento y el lugar menos pensado, incluso a quien crea que es mejor dejar a unos vándalos actuar a su libre albedrío, cosa que él no hizo y le costó la vida. Sin embargo, esas mismas estadísticas dejan claro que Santiago no tiene un problema grave de delincuencia, aunque crezcan la conflictividad nocturna, a la que no es ajeno el consumo de alcohol y drogas; los robos, especialmente los perpetrados en locales de negocio y en viviendas; y las agresiones sexuales. Las administraciones tienen que tomar medidas para prevenirlos y combatirlos, con firmeza y con diálogo —sin cuestionar desde la institucionalidad a la policía en el desempeño de su trabajo— y escuchando a los colectivos ciudadanos. Por si no fuese suficiente, conmoción también por las consecuencias de la imprudencia que en la noche del jueves al viernes dejó fulminadas en la carretera, ahí al lado, en Rivadulla, dos vidas jóvenes. Susiño, el culturista de San Fins, llevaba al límite su potente S3 como llevaba al límite su cuerpo hipermusculado, pero nunca pensó que podría destrozar dos vidas y con ellas a dos familias, la suya propia y la de Lucía, que volvía tranquilamente del trabajo a su casa en A Estrada cuando él se la llevó de frente. Cruza este pensamiento la plácida visión del caminar por Virxe da Cerca, hacia Porta Faxeira, del bueno de Manolo Prieto al frente de su convoy otoñal desprendiendo una suave humareda de olor a castañas asadas, y no disipa la pesadumbre, pero ayuda a sobrellevarla.