Pasos peligrosos

Ignacio Carballo González
Ignacio Carballo LA SEMANA POR DELANTE

SANTIAGO

08 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

No es Santiago una ciudad fácil para caminarla, por su orografía, por sus cuestas, por las calles de irregular empedrado, por la lluvia... Y si consideramos el paseo como rito del encuentro entre ciudad y ciudadano, y el caminar como actividad para la relación entre las personas, sea cual sea su naturaleza, conviene no menospreciar esta dificultad ni, mucho menos, acrecentarla poniendo aún más obstáculos para su práctica mediante un mantenimiento insuficiente de las calles. Más todavía cuando se fomenta el uso peatonal de la ciudad, el abandono del coche, siempre que sea posible, por las ventajas que tiene para la salud personal y ambiental, para una forma de vida menos estresante. Sin embargo, caminar, pasear Santiago es una práctica peligrosa por el mal estado de las aceras y las calles peatonales. El problema trasciende de vez en cuando, en su peor manifestación, al publicarse los balances de las reclamaciones de responsabilidad patrimonial ejercidas ante el Concello por los ciudadanos que sufren lesiones por caídas en la vía pública, reclamaciones que son escasas en relación al número de los casos que se producen, seguramente por desconocimiento de las víctimas, que tienen todas las de ganar una indemnización siempre y cuando acrediten lo sucedido. Es justo reconocer que este gobierno local se está esforzando, para satisfacción de conductores, por reparar tramos enteros de calzadas urbanas mediante el fresado del pavimento, en vez de recurrir al simple, barato y frecuentemente inútil rebacheo, pero poco o nada se ha mejorado frente al endémico problema de las aceras levantadas, las baldosas sueltas, las losas irregulares, la chapacuña hundida o las tapas de registro flojas. Se avanza al ritmo de la reurbanización de calles, que es muy lento. Hay rúas donde pisar es un ejercicio de alto riesgo, y no son periféricas o poco transitadas, sino también céntricas, e incluso de caminar obligado, como son las entradas de las rutas jacobeas. Y en este otoño borrascoso, con las aceras alfombradas de hojas putrefactas que no se recogen, el peligro se multiplica por los resbalones. El problema es mayúsculo y de solución costosa, que no puede limitarse al programa estable del Consorcio para el mantenimiento de la piedra del Obradoiro y las rúas de su entorno.