Subida entre bosques desde la playa fluvial de Tapia hasta la ermita de la Virxe do Corpiño

Cristóbal Ramírez SANTIAGO

SANTIAGO

CRISTÓBAL RAMÍREZ

La ruta incluye también parada en la capilla de la Madalena, donde llama la atención el cruceiro y la fuente

21 dic 2024 . Actualizado a las 05:05 h.

El puente de Portochán constituye un buen punto de partida para hacerse amigo de un río Tambre que por esos pagos baja ancho, profundo y tranquilo. Y, desde luego, bello, muy bello. Si el recorrido se hace en verano, los maizales van a llenar la retina, tanto que, junto con el bosque de ribera, tapan lo que es la corriente en sí, que queda a solo ciento cincuenta metros de distancia.

Se impone descender con ella por sus tierras de aluvión y por una pista estrecha y asfaltada, idónea para lo amigos de la bicicleta. Llana, además, porque no entra en el capítulo de lo necesario coger ninguno de los desvíos que aparecen a la izquierda, mientras que desde finales de primavera a principios de otoño aves rapaces parecen vigilar al excursionista. Tras pasar bajo un tendido eléctrico, este tiene que quedar a la diestra.

Medio kilómetro más allá de Portochán la pista gira noventa grados a la derecha. Aunque luego haya que volver a este punto, lo recomendable es tirar de frente dejando a la izquierda una estupenda carballeira y en suave ascenso ganar a los doscientos metros un espacio digno de foto.

Porque ahí está la capilla de la Madalena, sólida y tremendamente austera en decoración, con su campanario muy sencillo y su cruz superior. Un camino parte de allí mismo para explorar el bosque.

Pero hay más, ya que a tiro de piedra se han construido dos elementos que reclaman la atención. Uno es un cruceiro de fuste octogonal rematado en un capital sin ornamentación y una simple cruz arriba de todo. Y el otro una fuente cuyas aguas están consideradas milagrosas y conocida como A Fonte Santa, a la que acompañan muestras evidentes de la religiosidad popular. Eso sí, el muy deteriorado cartel del concello de Ames debe ser retirado cuanto antes porque da una impresión penosa.

Al dar marcha atrás y buscar el Tambre, un sendero —olvídense los ciclistas, que deben continuar recto— anima a ir muy pegados al río (no recomendable si ha llovido con fuerza los días anteriores) para cruzar un minúsculo arroyo y poner los pies en la muy cuidada y grande playa fluvial de Tapia, conocida y concurrida en época veraniega.

Al dejar la playa atrás, ahora por la pista, se pasa por encima de otro arroyo y en la curva a la derecha una vía anima a seguir en paralelo al Tambre, en principio sin desniveles, cosa que va a cambiar más adelante. Bonitas vistas del río. Desde luego, si se ha ido en coche no hay que ir por ahí, sino por el asfalto, ganar la carretera DP-0201 a Roxos y desviarse a la ermita de Oca. Pero esa es otra historia.

Los caminantes o ciclistas deben estar atentos, porque a los 700 metros procede girar a la izquierda y subir y subir. La orografía no permite ver nada que no sean bosques. No hay una referencia clara, pero al medio kilómetro aparece a la derecha la primera pista, que sí hay que coger para seguir ascendiendo, y en el siguiente desvío a la misma mano, lo cual permitirá descender un poco y, ahora sí, tener ante los ojos la estirada aldea de Oca. Cuesta trabajo ver el templo local, al fondo de todo (una vez más, a la derecha).

CRISTÓBAL RAMÍREZ

Lugar amplio llamado plaza de O Corpiño, con una fuente y un palco de música que alguien aprovecha como almacén de leña. Y ahí está la capilla de la Virxe do Corpiño, con un jardín humilde frente a ella que dibuja una entrada grata, remarcada por un cruceiro con sencilla cruz coronándolo. La fachada del edificio tiene nueva su parte superior, campanario incluido.