La Consellería de Sanidade es un marrón. Hay que ser o un trepa o un utópico para aceptarla. Por lo general, y hasta donde llega el saber del firmante, desde el comienzo de la autonomía han accedido a ella los utópicos, los que querían mejorar la salud de sus ciudadanos.
Igual ha habido alguno que juntara los dos aspectos, ni idea. El anterior conselleiro del ramo fue despedido con un aplauso de varios minutos de cientos de profesionales: algo habrá hecho bien. El actual cosecha, en pocos meses, algunos éxitos, como el haber espabilado para que más de trece mil bajas que al parecer no eran del todo necesarias se finiquitaran y, por lo tanto, más de trece mil gallegos volvieron al trabajo, que ya era hora. Y esa comisión que metió mano en ese mundillo digamos poco claro va a ser permanente. Aplaudo con las orejas.
Dicho lo anterior, la legislación que prepara el Gobierno de Madrid también parece plausible. Oiga, ¿qué es eso de preparar vía mir a miles de médicos para que luego trabajen al mismo tiempo en la medicina publica y en la medicina privada? Me parece muy bien, pero entonces que devuelvan lo que han cobrado de mi bolsillo. Es cierto que aquello que le decía el médico en el Sergas venga usted por la tarde por mi consulta (y le cobro) ya ha desaparecido, pero de ahí a la barra libre hay un abismo.
Para que quede claro: hace pocos días he pagado 180 euros por una consulta privada en Santiago. Excelente, por cierto. No me duelen en absoluto. Sabía a lo que iba y no quería que mi hija esperara seis meses por una cita por algo no urgente pero sí importante. No reniego de la privada. Pero lo que no puedo admitir es que se juegue a dos bandas y con cartas marcadas.