Judith y Quico, voz del deporte

SANTIAGO

SANDRA ALONSO

25 mar 2025 . Actualizado a las 19:47 h.

el Auditorio de Galicia volvió a ser punto de encuentro alrededor de la séptima Gala do Deporte Santiagués, con la entrega de premios a los más destacados del pasado curso. Y con los tradicionales discursos en el momento de la recogida de galardones.

Hubo dos intervenciones que, de alguna manera, pusieron voz al deporte, a quienes no son protagonistas porque no compiten y, sin embargo, son actores indispensables, irreemplazables.

Judith Trasancos, oficial de mesa en el baloncesto, aprovechó para lanzar un mensaje claro. Hay una parte que no le gusta, la de los improperios dirigidos a los árbitros, sobre todo cuando son menores de edad. «Eso no es deporte», resumió. E invitó a trabajar en un protocolo que sirva para proteger a los más jóvenes.

No debería ser tan difícil tipificar conductas que puedan dar paso a la expulsión de un recinto deportivo a quienes no saben comportarse. Evidentemente, sería imposible controlar a todos los energúmenos, como es imposibles controlar a todos los que conducen bajo los efectos del alcohol. Pero si hay un margen claro para proceder contra quienes no saben comportarse, algo se habrá avanzado.

El turno de intervenciones lo cerró Quico Fernández Otero. No llevaba ningún guion. Habló con el corazón y no se le escapó detalle.

Empezó por un reconocimiento a José María Caneda, en nombre de cuya familia recogió la distinción otorgada a título póstumo al que fuese presidente de la Sociedad Deportiva Compostela. Recordó cómo lo había ayudado cuando se hizo cargo de la Subdelegación de la Federación Galega de Fútbol al poco de acceder, en un momento en el que apenas había medios. Caneda lo hizo con discreción, como otras colaboraciones a las que nunca quiso dar publicidad porque sabía que habría un efecto llamada y le costaba decir no.

Quico también agradeció la paciencia de su esposa por los fines de semana y el tiempo dedicado al fútbol a costa de la familia. Para que miles de deportistas puedan desempeñar su actividad hacen falta cientos de dirigentes dispuestos a entregar su tiempo y, a veces, su dinero. Y es de justicia reconocerlo.