
El colectivo de Ames O Reguiño narra y rescata la historia de su entorno
13 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Pocas enfermedades son tan devastadoras como las de olvido, un mal que trasciende a las personas y que también destroza comunidades. Educar en ellas y sentirlas como parte del individuo es una receta que la pedagogía social está desarrollando en los últimos años, una fórmula de recuperación de lo colectivo que está echando raíces. Un claro ejemplo, nunca mejor dicho, está en las aldeas de Raíces y Casanova, pertenecientes a Ames.
Estos núcleos apenas distan tres kilómetros de O Milladoiro, pero su día a día nada tiene que ver con el de este enclave urbano, aunque ambas aldeas se beneficien de la ventaja de tener más servicios de transporte público que el resto de zonas rurales, «menos no fin de semana», aunque ahora se necesitan más paradas «porque hai mais xente vivindo aquí».
Así lo reivindica Mercedes López Mata, presidenta de la asociación vecinal O Reguiño, colectivo que defiende a ultranza el modo de vida del lugar y que no para de hacer cosas. La última es un mapa emocional elaborado por las mujeres de la asociación con el apoyo de Feitoría Verde, cooperativa que apuesta por la educación ambiental, social y afectiva a través de la participación ciudadana, y con la que O Reguiño ya trabajó para hacer el cortometraje «Raíces. Da utopía en diante», también con Illa Bufarda y la USC.

El mapa es interactivo, pero de momento no está disponible en este formato. Y tal y como consta en el texto introductorio de la iniciativa, «recolle tanto o patrimonio material e inmaterial como a existencia de saberes tradicionais e coñecementos e historias vinculadas a persoas concretas». Este proyecto pone en valor «o papel e os roles das mulleres e da terra» e invita a pasear por los lugares marcados en la guía «e mergullarse na historia e historias de Casanova e Raíces cun un relato de mulleres que queren reivindicar unha memoria moitas veces invisibilizada, conservar un patrimonio infravalorado decote e construír outro futuro desde a utopía e a comunidade».
El mapa detalla doce puntos de interés de ambas aldeas y arranca con la vía del tren, un símbolo de modernidad que, detalla el documento, «cambiou todo» porque, añade, «antes do tren e da estrada, o territorio estaba delimitado pola natureza». El itinerario continúa por el emblemático «Carballo da Serreira», del que dicen que, «se falara, contaríanos os ‘cotilleos’ desde hai máis de douscentos anos». El festival muralista y feminista Delas Fest dejó su impronta en el lugar, con obras que forman parte del paisaje de ambas aldeas junto a dos cruceiros, tres pilones y una casa muy especial, la de As Villaras, dos mujeres, Carmen y Mercedes, «que tolearon coa fame», según recuerda María José López Mata, que cuando apenas tenía 5 años ya formaba parte de la red colectiva y femenina que las alimentaba.
Las dos mujeres, con muchas propiedades que no sabían explotar porque solamente las habían educado para el matrimonio, nunca se casaron. Y como «solteironas» que eran, acabaron en un asilo después de que la Iglesia se hiciese cargo de su patrimonio. Su historia, y con ella la de muchas mujeres de no hace tanto tiempo, queda inmortalizada con este mapa.
El espíritu comunitario que las sostuvo durante décadas se presenta en esta guía como una fórmula para «recuperar estes espazos colectivos» y combatir un problema muy presente en la actualidad «con tanta xente soa nas súas casas en situación de vulnerabilidade invisibilizada», tal y como alerta esta iniciativa vecinal. La ruta continúa por un espacio conocido como «cochera», un nombre que nada tiene que ver con el estacionamiento de vehículos, sino porque era un punto reunión para cobros y registros al que acudían, quien tenía propiedades, para pagar «a contribución das leiras, do que se tiña, das fincas e da casa».
Si algún elemento define la vida de una aldea es el agua, materializada en este mapa con los lavaderos que servían de punto de encuentro de trabajo, relax e intercambio de saberes y ánimos entre las mujeres. También, en tiempos más modernos, como en el año 1970, para construir los depósitos del agua, una estructura que, en este caso, invitaría a pensar que se trata de un ejemplo de feísmo urbanístico, pero plasma otro éxito colectivo de la aldea, ya que fueron construidos por los vecinos que compraron el material e hicieron buena parte del trabajo con turnos dominicales de faena o un pago previo hoy equivalente a 0,6 euros. Esta tarea colectiva, que evolucionó a las traídas comunitarias, cierra este mapa como una fórmula de concienciación sobre la emergencia climática.

«Queremos poñerlle os nomes tradicionais ás rúas e numeralas ben, porque é un caos»
Vivir en Raíces y Casanova marca. Ángela María Fraga, técnica de Feitoría Verde, lo supo enseguida, por eso este mapa emocional, que germinó a partir del proyecto «Mulleres fronte a emerxencia climática», ha sido otro éxito tan divertido y gratificante como los anteriores. Eso sí, Ángela reconoce que las participantes temían «non ser fieis á memoria», pero este síndrome de la impostora quedó en nada.
Entre las participantes hay perfiles muy distintos, como Lita Zarauza, foránea de 76 años que ni por asomo se plantea dejar la aldea, y Manola Corral García, de 69 años y nacida en Raíces. La consideran «a memoria viva» del lugar, por lo que sus recuerdos fueron vitales para este mapa, como cuando contó que «de pequena vendía aquí ferro e dábame vasos de cristal, deses de lunares que agora me gustan tanto».
La más joven, Eva Tanoiro Duro, de 27 años, también es originaria de Raíces. «Presumo disto», dice, sobre todo tras implicarse en O Reguiño, lo que le ha permitido «facer máis vínculo con todas elas e coñecer as súas historias». Lucía Miramontes, de 36 años, vive en Raíces desde hace 15 y está encantada de hacerlo, porque ve como su hijo, que nació a la par que las últimas aventuras de O Reguiño, crece en el mejor entorno posible. María José Mata, otra histórica, aprovecha el momento para pedir que mapa emocional sea también geográfico: «Gustaríanos poñerlle os nomes tradicionais destes espazos as rúas e numeralas ben, porque isto é un caos». «Non poñas que somos de Biduído, somos de Casanova e Raíces», pide Fina Vidal, que a sus 83 años se define «como a máis vella do sitio».