
Reino Unido y Holanda son los países de destino de la mayoría de esos animales
15 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.Elene es estadounidense y no habla muy bien español, pero al contar su historia vuelve a sus orígenes y repite sin cesar: «People, people, no person». Con estas palabras quiere dejar patente que la suya es la historia de un trabajo en equipo. Lo cuenta rodeada de perros que corretean en el recinto de Bando. Son dieciséis animales abandonados que hasta el pasado jueves vivían repartidos en el refugio compostelano, en la perrera de Ribeira y en hogares de acogida de Arzúa y Tomiño. Y tras un viaje de dos días, todos ellos ya están recibiendo sobredosis de mimos y pienso anglosajón en diferentes puntos del Reino Unido.
Esta aventura no es excepcional, ya que Valdivia confirma, con el apoyo de otra voluntaria que traduce sus palabras, que en «en el último año logramos adopciones internacionales para más de cien perros de Bando», una cifra que es aún mayor si se tienen en cuenta adopciones como las que completan la expedición de esta semana.
Valdivia, casada con un gallego, llegó a Santiago con la idea de vivir un par de años, «pero pasaron esos dos años y seis más», reconoce sonriente. A ella no le extraña demasiado el elevado número de abandono de animales en España, ya que, recuerda, «en Estados Unidos también era así hace veinte años», cuando colaboraba con protectoras de su país.
Cuando aterrizó en Santiago no hablaba ni una palabra de español, pero si hay un lenguaje internacional es el de los lametones de un perro agradecido y los golpes del rabo cuando está contento. Y en Internet, el espacio en el que ella gestiona todo su trabajo, la lengua que manda es la suya.
«Los perros lo entienden todo y te lo expresan», explica mientras no deja de acariciar a Ilsa, una cachorra que cuida desde hace tiempo y que está a punto de iniciar un viaje a su nuevo hogar. Valdivia no tiene tiempo para estar triste, porque mientras espera por el camión que trasladará a los animales comprueba toda la documentación de los canes, que tienen que estar vacunados y esterilizados. Y si hay algún problema con los papeles, «vienen de vuelta».
El grupo de esta semana viaja al Reino Unido, ya que sus adopciones están tramitadas a través de una asociación que busca hogar para perros grifones, muy apreciados en zonas de Inglaterra. Pero también mantienen contactos con entidades que trabajan en Holanda y que adoran a los animales que aquí nadie quiere. «Da gusto mandarlos», apostilla María, procedente de Ribeira y toda una experta en conseguir una nueva vida para estos perros. Para evitar problemas, a todos los animales se les aplican las medidas más exigentes.
Viajan en un vehículo adaptado, con dos personas que se turnan para conducir y para atender a los animales. De sus itinerarios dan cuenta en las redes sociales, las mismas que sirven para mantener contactos con las familias que reciben a estos perros. «La felicidad que ves al entregar al animal te quita el disgusto de la despedida», añade María. En el grupo de adopciones también está Dolores Mook, procedente de Alemania y asentada en el municipio pontevedrés de Tomiño. Cuando se trasladó a vivir a Santiago quiso traerse a un perro y acudió a un refugio. No se imaginaba que al llegar aquí se encontraría con tantos animales, a los que ella les busca una nueva vida. «Nunca entenderé que alguien los abandone», apostilla.
Perfil personal. Elene Ruth Valdivia mantiene contactos con grupos de Reino Unido y Holanda, donde la tenencia de animales está muy controlada.
Proceso. Los futuros dueños asumen los gastos, sobre 400 euros, importe similar a lo que cuesta conseguir un perro como los que aquí se abandonan a centenares.