Luis César optó por un único fabrilista en el once para hacerle sufrir en la zona más delicada del campo
14 oct 2019 . Actualizado a las 00:26 h.Jorge Valín no tiene nada de qué preocuparse. Hace siete años, otro fabrilista tuvo ya un similar debut en el once; a cara de perro, en un campo especialmente difícil dentro de la categoría. Y ahí está Insua, perfectamente asentado en el fútbol profesional después de que Marchena se bajara del bus que iba al Calderón, obligando al de Arzúa a estrenarse como titular bailando pegado a Roderick en la noche soñada por Falcao. Cinco metió el tigre y seis el Atlético para dejar al Dépor colista a la altura de la jornada 15. A la versión que ahora dirige Luis César le queda mucho más margen para reaccionar.
El técnico gallego fue a Las Palmas a lo mismo que Valín: desvirgarse en un equipo en el que siempre soñó militar. Y las necesidades del míster condenaron al jugador. No hay plaza con más pretendientes dentro del conjunto blanquiazul que la de lateral derecho; el último lugar en que se repara a la hora de completar un plantel. A ese costado de la zaga —los zurdos son más escasos— se destinan por costumbre los excedentes del presupuesto una vez cerrado el resto del grupo. Este verano fue el único puesto en el que se decidió no invertir. Todo el movimiento consistió en exiliar a Juanfran y devolver a Lugo a Gerard Valentín. Quedaban en A Coruña Bóveda y Simón. El segundo estaba ayer lesionado y al primero lo mandaron a sufrir al eje de la zaga. En el carril se había probado Galán, pero con Jovanovic tocado, el entrenador optó por enviar al frente al madrileño y sacrificar a Valín.
«Jugar contra esos dos es muy complicado», admitió el chaval en zona mixta, apuntando a los ejecutores del castigo. Pedri y Viera, que «se mueven muy bien por dentro, no sabes dónde los tienes, y con balón son muy buenos. Muy difíciles de parar».
Le costó un mundo al lateral coruñés, entre otras cosas porque apenas recibió auxilio desde posiciones más avanzadas o desde el puesto de central. El adolescente canario fabricó los dos primeros goles; el veterano provocó y anotó el penalti del tercero. Valín, mientras tanto, empataba con Aketxe en lo alto del ránking de balones perdidos. Quince por cabeza. Trece llevaba Galán cuando se retiró y a siete llegó Jovanovic en la media hora que pasó en el campo. Todos moviéndose por la orilla más transitada; ingobernable hasta la fecha salvo para Mollejo.
El fabrilista del 33 se diluyó en el naufragio global, lastrado por una disposición que priorizaba echar el cierre a los pasillos centrales y concedía demasiadas libertades en el costado. Pendiente de las contras propias de una lamentable salida de balón, tampoco pudo asomarse con frecuencia a campo rival. No se escondió, al menos. Tocó el cuero veinte veces más que el lateral del otro carril. Superó en diez pases la cuenta de Salva Ruiz. Y se estrenó, en fin. «Es un sueño haber debutado, soy del Dépor desde pequeñito, pero el resultado es malo y no puedo estar muy feliz». Vendrán, seguro, otras plazas y una mejor ocasión.