Los migrantes son mayoría entre los treinta alumnos que cursan la ESA
06 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Estremece escuchar el relato de Bryant Duque. Lo encierra en una sola frase: «En Venezuela ya no nos queda nada». Desgarradora. Hace dos meses que este joven de 22 años y su familia dejaron todo atrás para empezar de cero. Buscan la oportunidad que les negó su país, donde la necesidad le cerró las puertas a Bryant para profesionalizar con formación el talento natural que tiene para el dibujo y la pintura. Después de siete años de empleo en empleo «para sacarme dinero», este migrante, graduado en bachillerato en su país natal, retomó los estudios en el IES de Melide, donde ocupa uno de los pupitres del aula en la que se forman para obtener el título de Secundaria una treintena de adultos.
«Este año cerramos cupo, tenemos récord de alumnos», señala Juan Manuel Blanco, profesor de Geografía, Historia y Arte, las tres materias del área social de la Educación Secundaria para Adultos (ESA). La matrícula es la más alta desde que, hace seis años, empezó a impartirse en el instituto melidense esa opción para mayores de 18 años, con otra particularidad este curso: la mayoría del alumnado procede de otros países. Hasta de siete nacionalidades diferentes, incluida la española, hay gente en el aula, un integrador crisol con gente de Brasil, Cuba, Perú, Rumanía, Marruecos, y, sobre todo, de Venezuela, de donde proceden una decena de alumnos. Samuel Carbonett es otro de ellos. Melide fue una suerte para este migrante de 32 años que sufrió en primera persona el lado más miserable del ser humano., cuando hace nueve meses llegó a España. «Aquí sin permiso no puedes trabajar. A mí hasta me tocó vender mi cuerpo para sobrevivir», lamenta este venezolano, con formación en Comunicación Social, al que le gustaría estudiar Derecho. Con igual ilusión aguarda como agua de mayo por el permiso de trabajo que cuenta obtener en enero para poder echar a andar la empresa de organización de eventos en la que fue acumulando experiencia durante su estancia en otros países.
Matricularse en la ESA para aprovechar el largo tiempo de espera que transcurre hasta obtener esa autorización para trabajar es lo que hizo Bryant, que, pese a las dificultades a las que tiene que hacer frente su familia, asegura estar a gusto en España, por «la seguridad. El ambiente aquí —explica— es muy tranquilo, y pese a estar en trámites, sin papeles, estoy feliz». Es un alivio que comparte su compañera peruana Almendra Quispe, para la que estudiar en el IES de Melide supone, además, un chute de autoestima. «Aquí hay más oportunidades para estudiar. En Perú, al menos para las personas con una discapacidad, no es tan accesible. Los profesores me daban muy poca importancia, y le temía a eso, pero aquí les estoy muy agradecida por cómo me enseñan», cuenta esta joven de 18 años, a la que docentes como Lola Corzo, profesora de educación especial que la asiste en el aula, la están ayudando a que se termine de convencer de que su ceguera no es un obstáculo insalvable para que, en un futuro, sea lo que quiere ser: «Me gustaría estudiar una carrera relacionada con los idiomas, ya sea para traducir o para ser profesora», comenta.
El modo de trabajar del profesorado de la ESA es clave para el alumnado. Comenta Samuel que Pilar Lago, tutora del grupo y docente de Lengua Castellana y Lingua Galega, «es, como su propio nombre dice, un pilar, y fundamental. Dinámica, didáctica, y motivadora». Y, añade Lola Corzo, «muy empática, muy buena gente». Son cualidades indispensables cuando se trabaja con colectivos vulnerables que, en este caso, no solo se integran en el sistema educativo. También en el país y en la comunidad local que los acoge. Dentro del aula, esa transición la facilita el profesorado planteando trabajos grupales, como el que prepara Samuel con sus compañeros, sobre, cuenta, «la mente, la palabra y la aceptación como los tres poderes que mueven el mundo. Es —explica— una temática con la que abordaremos la inclusión y el amor propio». Transcurridas tres semanas desde el inicio de curso, en el aula de Educación Secundaria para Adultos del IES de Melide avanzan en ese camino. Es testigo María Cruz Pérez. Esta vecina de Santiso mantiene que a sus 62 años no necesita el título de la ESO, pero se matriculó para obtenerlo, porque, explica, «agora estou libre e teño a necesidade de facer o que non puiden facer». Circunstancias de la vida. El caso es que Mari Cruz se encontró en clase «con esta xente nova e tan diversa que para min é un regalo», dice.
Asistencia flexible, porque «é xente que quere progresar»
No ha lugar a debate. El graduado en secundaria lo obtienen en el aula de adultos del IES de Melide los alumnos que superan las diferentes materias que, organizadas en tres áreas de conocimiento, se encargan de impartir Abel Méndez, profesor de Inglés; Sonia Ledo, docente de Matemáticas; y Emma Calvo, profesora de Física y Química, y de Biología; además de Pilar Lago y Juan Manuel Blanco, que rechaza categóricamente que el título se regale. Diferente es que al alumnado, entre el que hay adultos en activo, se le den facilidades para asistir a clase. Así es cómo tres alumnas están acompañadas en el aula por sus hijas de corta edad, que, eso sí, no entorpecen el desarrollo de las sesiones. «Intentamos que a xente poida conciliar, e acoller, así, a todo o mundo, sempre dentro dunhas normas», cuenta Juan Manuel Blanco, que defiende esa flexibilidad por el interés que muestran los alumnos, que, este curso, «están implicándose moitísimo. É xente —comenta— que quere progresar». Este docente de la ESA recuerda, al respecto, que el año pasado «titularon quince», y, entre los graduados, rescata como ejemplo el de varios migrantes que continúan formándose, ahora como alumnos de Formación Profesional.