Es un camino terciario, parte de esa red precaria y extensa que enlaza parroquias con carreteras de otro orden y que evita el aislamiento de la dispersión poblacional. No lejos de Ordes, en la madrugada del domingo, un automóvil ocupado por su conductor y cuatro pasajeros -de entre 16 y 19 años- colisiona contra un árbol. Pierden la vida dos de los pasajeros y es probado que el conductor está afectado por consumo excesivo de alcohol. El accidente entrará en la cuenta del puente festivo, pero nada tiene que ver con eso. Responde plenamente al prototipo de tragedia que intensísimamente ha afectado a la sociedad gallega en las últimas décadas. Siempre con iguales ingredientes: jóvenes, noche de fin de semana, automóvil al gusto juvenil, vino y rosas, después muerte. El coche es medio para el drama, pero, tras él, hay una lamentable historia de tolerancias que socialmente se aceptan en medio de tanta impasibilidad culpable. Y la vida sigue.