Malamente

Serafín Lorenzo A PIE DE OBRA

ORDES

17 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

El arte es un concepto difuso, etéreo y subjetivo. Un objeto o una expresión adquiere valor artístico en la medida en que alguien se lo reconoce. Como es obvio, ese valor se incrementa en función de las adhesiones que suscita la obra en cuestión. Esto viene a cuento de una información difundida por Renfe. La empresa destina 25 millones de euros al año a limpiar pintadas en los trenes y a tomar medidas, por lo visto con escaso éxito, para evitarlas. Al parecer, adobar los convoyes con espray está de moda entre los aficionados a la pintura de trazo grueso. Conocido su impacto económico, el concepto debería centrarse también en el alcance artístico de esas manifestaciones. Porque no se adivina ningún Banksy, ni la sombra remota de lo que pudiera ser la mano de un nuevo Keith Haring. No hablemos ya de un Basquiat o un Barceló. En absoluto. Cuatro consonantes abombadas, una flecha y a correr. La libertad artística de esos creadores deja una factura muy cara.

Por fortuna, aquí los trenes circulan sin mácula. Alguna ventaja tenía que tener carecer de una red ferroviaria de cercanías, que supone enviar por el desagüe millones de horas de trabajo al año y multiplicar los desplazamientos por carretera. Por eso, a falta de convoyes, aquí se pintan las paredes. En Cornes pueden ver algunas letanías bastante ingeniosas. Pero a veces hay quien confunde un muro de la Catedral con otro de ladrillo. Esas expresiones de parvulario contrastan con trabajos como los que dan lustre a fachadas y medianeras de edificios de Ordes, con motivos y trazos reconocidos y aplaudidos por los vecinos. Por eso encajan en una expresión artística. Lo otro, malamente.