Las ideas no duran mucho. Hay que hacer algo con ellas» (Santiago Ramón y Cajal).
Atribuyen a Camilo José Cela la frase «para ser de Padrón damos moito xogo», que pronunciaba cuando conocía o se enterada de que algún padronés hacía algo destacado. Algunas versiones escuché y siempre la di por buena. Y razón tenía nuestro Nobel: de estas tierras del Sar salieron, salen y saldrán «xentes que dan moito xogo». Tan larga es la lista que me dejaría sin espacio y podría cometer el imperdonable error del olvidarme de alguno. Si que quiero hablar del último padronés que «da moito xogo».
Se llama Alejandro Pazos Sierra y es catedrático del Área de Ciencia de la Computación e Inteligencia Artificial de la Universidade da Coruña. Esta misma semana la Junta de Gobierno de la Real Academia de Medicina de España acaba de nombrarlo académico y ocupará la silla correspondiente a la nueva especialidad, la de Inteligencia Artificial que se integra en la sección de Medicina Social y Salud Pública, dentro de esta institución nacida oficialmente en 1861, aunque las bases se forjaron en el 1734.
Pazos Sierra se sentará en el mismo espacio por el que pasaron, e impartieron su erudición, personajes como Santiago Ramón y Cajal o Severo Ochoa, los dos Nobel de Medicina españoles, junto a la elite de la profesión de salvar vidas y sanar cuerpos en los tres últimos siglos. Un reconocimiento que pone en valor los conocimientos de este experto en las ingenierías del Conocimiento y la Informática puestas al servicio de la Medicina, no en vano este padronés está considerado como uno de los grandes expertos no solo en nuestro país sino en otras partes del Mundo.
Como la soberbia no anida en su interior gusta de destacar las enseñanzas de sus maestros y ahí tiene lugar de honor su hermano Juan, primer doctor en Informática y catedrático en Ingeniería del Conocimiento de España, faro que guio y sigue guiando su trayectoria profesional y personal.
Alejandro Pazos también es humanista, solidario, generoso, amigo de sus amigos y padronés de los de «alma, corazón y vida», como dice el bolero. Quiere a su tierra como pocos y gusta de cargar las baterías de la morriña, que diría Pepe Domingo Castaño, paseando por las calles y respirando ese aire de un pueblo que lleva muy dentro con orgullo. Es el menor de catorce hermanos y eso imprime carácter, casi tanto como la pérdida prematura de sus padres en un trágico accidente. Quizás por ello es de los primeros en estar al lado de sus conocidos en los buenos momentos pero sobre todo cuando los renglones vienen torcidos.
Ama su profesión y aunque disfruta hablando de los procedimientos heurísticos o paralelismos neurogliales, de neuronas, astrocitos o células gliales, cada vez que sus múltiples ocupaciones (y viajes) le permiten juntarse con sus amigos de infancia casi prefiere recordar viejos tiempos en aquel pueblo en el que todos éramos más felices. Incluso los hijos del alcalde. Miembro de las academias de Mediciña y de Farmacia de Galicia ahora reconocen su talento en Madrid y bueno sería que Padrón no se olvidara de alguien que bien lo merece y que «sigue dando moito xogo». Como un buen padronés que es.