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David Blanco: «Nunca me propuse ser ciclista, ni bróker ni tener un rocódromo; todo surgió»

Olalla Sánchez Pintos
Olalla Sánchez SANTIAGO

SANTIAGO CIUDAD

El exciclista santiagués David Blanco, en el centro de escalada Indoorwall, en el polígono de Costa Vella. «Al principio hacía de todo, hasta lijar el pladur. Ahora llevo mucha gestión», aclara divertido. «La parte social es importante. Cada vez a más gallegos les pica la curiosidad», remarca
El exciclista santiagués David Blanco, en el centro de escalada Indoorwall, en el polígono de Costa Vella. «Al principio hacía de todo, hasta lijar el pladur. Ahora llevo mucha gestión», aclara divertido. «La parte social es importante. Cada vez a más gallegos les pica la curiosidad», remarca XOAN A. SOLER

El exciclista, ganador de cinco Voltas a Portugal, se instaló en Santiago en el 2015 tras su estancia en Guinea. Desde el 2015 suma fieles en Indoorwall. También retomó su afición bursátil

26 oct 2021 . Actualizado a las 00:51 h.

En un momento de mayor aforo, charlamos en el polígono de Costa Vella con uno de los dos santiagueses que en el 2015 impulsaron Indoorwall, el primer rocódromo privado de cuerda de Galicia. «Mi cuñado vendió su parte en el pub Sónar y, tras aficionarse a la escalada, me convenció», apunta David Blanco, el exciclista de 46 años que tras reivindicarse durante su carrera deportiva en Portugal, donde fue el único en ganar cinco Voltas, se reencontró con su ciudad. «Al dejar la bici, lo fácil hubiese sido seguir vinculado al ciclismo o gestionar aquí los albergues de mi familia, pero me motiva hacer cosas distintas», admite al repasar su trayectoria singular.

Nacido en Suiza, adonde sus padres habían emigrado, llegó de niño a Compostela. «Al volver, ellos abrieron el supermercado Blanco en Galeras», explica al evocar una infancia en la que reconoce que afloró un carácter independiente. «Con 7 años me fui solo con mi bici a Velocípedo, la tienda de la rúa de San Pedro, para apuntarme al equipo ciclista. Después lo dije en casa», subraya con una sonrisa y sin olvidar citar sus inicios en el club Muebles Compostela, donde empezó a despuntar. «En ese momento el deporte no era mi objetivo, pero me surgían oportunidades», resalta. Tras estudiar Administración e Dirección de Empresas, comenzó a rodar y a rendir más en la bici, lo que le condujo en el 2000, con un equipo portugués, a la competición profesional, un estreno interrumpido al año siguiente por unos dolores de espalda. «Me ofrecieron entonces trabajar como bróker en Ponferrada y quise probar, pero se me hizo duro. Vives bajo mucha presión. Como mi mujer, con quien llevo desde la facultad, trabajaba en Lisboa, un día metí todo en mi coche y me fui para allí», remarca al enlazar con una etapa durante la que, de nuevo en la bici, comenzó a crecer en el pelotón, también en el de España, adonde daría el salto. En el 2006, una investigación contra el dopaje condicionaría su trayectoria, pese a que no hubo ningún tipo de sanción. «Lo pasé mal, pero el hecho de dar la vuelta a la situación, centrarme solo en competir en Portugal y ganar mi primera vuelta lusa ese mismo año me hizo fuerte», sostiene al destacar un triunfo al que seguirían cuatro más en los seis años siguientes. «La segunda Volta fue emotiva. Corría con el Tavira, el equipo más antiguo del mundo, que nunca había ganado la prueba. Al vencerla, nos pusieron un avión para ir a celebrarlo a la localidad. Muchos vecinos nos esperaban llorando de madrugada. Allí conservo un piso adonde voy en verano. Me siento muy querido», comparte no sin amargor al comparar ese reconocimiento con el que sintió en Santiago. «Creo que se me valoró más fuera que en casa aunque también reconozco mi falta de arraigo. Hice mucha vida lejos. Cuando colgué la bicicleta en el 2012 me fui a Guinea, adonde habían trasladado a mi mujer. Fue al volver cuando me reinstalé aquí», encadena al pensar ya en el rocódromo, un negocio que rápidamente se hizo un hueco en la ciudad. «Al principio crecimos mucho con cumpleaños. Llegamos a hacer 53 en un mes. Mucha gente se fue quedando por cursos y por la escuela de escalada, donde sumamos más de 100 niños. Hay un gran ambiente», destaca agradecido. «Antes del covid estábamos al límite y pensábamos en ampliar instalaciones. Tras el confinamiento, nos fuimos recuperando», añade sin desánimo al hablar de un tiempo durante el que él retomó su afición bursátil. «Entre varios hablamos por Telegram y montamos una empresa. Yo no tomo decisiones, no tengo presión. Solo analizo firmas desde casa. También bitcoines. En redes nos llamamos Guerreros del binomio», aclara sin negar el contraste que supone con sus otras ocupaciones. «Hice cosas que no tienen que ver. Yo lo veo como etapas. También es cierto que nunca me propuse ser ciclista, ni bróker ni tener un rocódromo; todo surgió», asiente.

En su lado más personal sí vincula aficiones. «Con gente del roco salgo con la bici los fines de semana. Los maillots que tenía en casa se los fui repartiendo. Parecemos todos del mismo equipo», subraya riendo. «Pero monto poco; mi máxima prioridad son mi mujer y mi hija. Ellas y el trabajo son lo que más me vincula a mi ciudad», reflexiona.