Big Bar Theory, un bar orgullosamente friki y de gente generosa en Compostela, volcado con Ucrania

SANTIAGO CIUDAD

Isaac dirige el negocio con el apoyo de su mujer Aleksandra, nacida en Jersón, en el que recaudan ayuda humanitaria para las víctimas de la guerra después de viralizarse en la ciudad un SOS pidiendo colaboración
04 mar 2022 . Actualizado a las 08:33 h.Hasta hace unos días, Big Bar Theory era un negocio de Santiago con un nombre simpático frecuentado por universitarios, donde además proclamaban con orgullo que «nos encanta ser frikis y unos apasionados de los cómics y de las pelis de ciencia ficción». Pero, desde el miércoles, su parroquia de habituales se ha ampliado gracias a mucha gente generosa. Caras nuevas y otras ya conocidas cruzan la puerta del negocio de Vista Alegre para entregar ayuda humanitaria dirigida a las víctimas de la guerra en Ucrania. La mayoría lo hace después de recibir un mensaje viralizado a nivel local, que corrió como la pólvora a través de WhatsApp y las redes sociales, pidiendo la colaboración ciudadana. Fue lanzado desde la asociación vecinal del barrio, cuyo centro sociocultural también es punto de recogida.
En el Big Bar Theory el conflicto bélico les toca de cerca, ya que allí trabaja una ucraniana que vive con el corazón en un puño. Aleksandra Kaverina, de 33 años, es la mujer de Isaac Gil, de 41 y propietario del negocio, un apasionado del mundo Star Wars y One Piece que imprimió su afición al local abierto en noviembre del 2015 (cuyo nombre hace un guiño a la popular serie de televisión protagonizada por unos genios de las ciencias, The Big Bang Theory, que abandera la cultura nerd y fandom). «A Isaac ya de pequeño le gustaban los cómics. A mí también, pero yo no soy tan friki como él», dice ella mientras se le escapa una de las pocas sonrisas de los últimos días. Su abuela y su tío maternos estaban en Jersón cuando estalló la guerra (ciudad que ya ha sido tomada por las tropas rusas), además de encontrarse en el país invadido sus primos y tíos segundos, padrinos, amigos... «Vivo pendiente del teléfono y ya no me quedan lágrimas. Son muchos días sin dormir, pero tengo una niña pequeña, de 4 años, y el mundo sigue girando, por lo que hay que seguir trabajando», explica con voz entrecortada y con un español más que fluido tras 20 años en Galicia (los últimos 16 en Compostela).
Aleksandra reconoce que no esperaba una respuesta tan grande por parte de sus vecinos, tanto a título personal como con donaciones, por lo que está sumamente agradecida: «Me está sorprendiendo mucho la cantidad de llamadas, de mensajes, ofreciendo su apoyo, dinero, transporte... Tengo la sensación de que nada es suficiente y sé que toda esta ayuda no va a llegar hasta el sur, donde está mi familia, pero sí hasta otros ucranianos que lo necesitan». El presidente de la asociación vecinal Álvaro Cunqueiro, David Ríos, continúa, «también se volcó muchísimo y fue él quien habló con el alcalde, consiguió que me recibiera y que se organizase toda la red de recogida de ayuda en Santiago». Confiesa Aleksandra que está «muerta de miedo», pensando en tantas personas que ven sus vidas amenazadas y también en la repercusión que pueda tener la guerra aquí. «Ojalá que sea solo a nivel económico», ansía esta ucraniana, quien está sumida «como en una especie de trance». «Pienso que esto es como una pesadilla de la que voy a despertar. Tengo la sensación de que estoy en un videojuego y no consigo contactar con la realidad», relata una mujer que no entiende «cómo nadie puede justificar una guerra».
No es la primera vez que el bar próximo al campus norte (en la esquina entre la rúa Noia y la avenida de Castelao) muestra su cara más solidaria. Durante el confinamiento, repartieron los alimentos frescos y congelados que tenían para que no se estropeasen durante las semanas de inactividad. «Nuestra especialidad son las hamburguesas y las pizzas. Tenemos una cocina grande y distribuimos una parte de la comida entre la asociación vecinal del barrio y entre otras personas que venían directamente porque la necesitaban. No sabíamos cuánto tiempo íbamos a estar cerrados ni a qué nos enfrentábamos, pero tocaba pensar en las personas que podían estar pasando más dificultades», recuerda la treintañera.
Espera Aleksandra que el resto de Europa recuerde en los próximos días el sufrimiento que padecen millones de personas en Ucrania: «La gente se olvida rápido y se acostumbra a ver a otras personas sufriendo, y yo me incluyo, como pasó por ejemplo con el volcán de La Palma, pero esto está sucediendo aquí al lado. Es la puerta de Europa y cuando ves las imágenes en la tele, por la arquitectura de los edificios y de las calles calles, se parece a cualquier parte de España y es fácil imaginar que podría estar sucediendo aquí. Yo estoy muerta de miedo. Tengo miedo por los míos, solo quiero que sigan vivos, pero también tengo miedo por lo que pueda pasar aquí y la amenaza de Putin de presionar el botón rojo nuclear».
