Teresa Gómez: «Al ver que gustaban tanto en Ascot mis primeros sombreros, me lancé»
SANTIAGO CIUDAD
Es una de las pocas que apostó en los últimos años por abrir un comercio tradicional en el casco histórico de Santiago. Su sombrerería, Misha Millinery, ocupa el local de la emblemática mercería Novedades Carmiña: «En verano hasta 50 personas fotografían a diario su cartel»
27 nov 2022 . Actualizado a las 09:26 h.Es más proclive a mirar al futuro que al pasado. «Me conformo con ir tirando», resalta siempre sonriendo la sombrerera Teresa Gómez, la ordense de 50 años que apostó hace cuatro por instalarse en el casco histórico con un negocio tradicional. «La vida me recolocó y me decidí por algo que me llenaba», añade desde su tienda, Misha Millinery, en el número 12 de la rúa das Orfas, el que ocupó la emblemática mercería Novedades Carmiña. «Lo del local fue casualidad. Me encajaba en precio y me gustaba. Escoger Santiago fue algo buscado», admite, recordando sus orígenes.
«Parte de mi familia es de aquí. Vivían en la que se conocía como Rúa de Abaixo. Mi padre se trasladó luego a Ordes y montó una firma de instalaciones eléctricas. Yo, tras estudiar Económicas, fui a Guatemala a montar una filial de la empresa familiar. Esos años allí fueron un máster de vida, me curtí. A la vuelta llevé su gestión administrativa hasta que un tema de salud me hizo parar», explica, enlazando ya con su afición. «Quería tener la cabeza ocupada y me formé, con un curso en Madrid, en confección de sombreros, algo que hasta ese momento hacía de forma autodidacta. Soy mañosa, pero, sobre todo, tengo paciencia», se define con humildad.
«En el 2017 una familiar que iba a Reino Unido, a las carreras de caballos de Ascot, me pidió para ella y para una amiga, un sombrero. Se sumó al encargo más gente y al final envié dos maletas llenas de tocados. A la que llevaba el más espectacular, con plumas enormes, se lo alabaron en el metro», evoca. «Yo había retomado mi trabajo como administrativa. Aún tenía miedo a dar el salto, pero al ver que en ese evento, donde desfilan los mejores, mis primeros sombreros gustaban tanto, me lancé», apunta ante un proyecto que materializó en el 2018 con una tienda llamada Misha por su gato y Millinery, por el nombre de su oficio en inglés. «Siempre pensé en una sombrerería con una artesana detrás», reafirma con ilusión.
Sobre su ubicación, reconoce que admira lo mucho que caló la anterior mercería, que inspiró con su nombre al grupo musical Novedades Carmiña, ahora ya disuelto. «Todo el mundo me preguntaba qué iba a hacer con el letrero del antiguo comercio. Un exalcalde y alguien cercano a esa formación lo querían comprar. No dudé en conservarlo en la fachada», sostiene con cariño. «Es increíble ver cómo en verano hasta 50 personas lo fotografían a diario. También muchos turistas entran y preguntan por la banda. Para responder, me leí su trayectoria», recalca divertida. «Algo propio de la mercería eran los abanicos. Como tanta gente me los pedía, aún los vendo», aclara ya sobre su mercancía.
«Al principio era inviable abrir la tienda solo con mis creaciones; de ahí que tenga más accesorios», asegura desde un espacio de 25 metros cuadrados -su taller está en casa- donde, aún así, los sombreros cobran presencia. «Lo que más hago son, sobre todo en verano, tocados personalizados. Creo que eso se valora, al no ser tan usual. Por falta de tiempo, trabajo casi por encargo», encadena meticulosa. «En invierno vendo muchos gorros de lluvia y de lana y, este año, más que nunca, viseras. En Galicia y, en particular en Santiago, la gente usa muchísimo sombrero. Mi gusto tira por los de los años 20 y por el producto italiano», señala, precisando que su clientela es mujer. «Quise especializarme. Lo de hombre lo derivo a la sombrerería de la Rúa do Vilar, donde ya compraba mi bisabuelo. Sé que desde allí también me mandan gente», enfatiza, elogiando la buena sintonía que hay entre el comercio local. «Orfas es una calle en la que crecen las tiendas tradicionales», defiende.
Tras un buen inicio, que la llevó a buscar proveedores, «y a despegar», en la feria de Milán, llegó la pandemia, que sobrellevó con la venta de mascarillas, y, el 2021, su peor año. «Si mirase solo los números..., pero quise seguir y el 2022 es muy bueno», contrapone, rescatando vivencias que la alentaron. «Vendo a gente de países como Sudáfrica o Australia, de donde vino una peregrina sombrerera. Compró y luego regresó con piezas suyas para enseñarme», desliza. «Tengo clientes fieles, que regresan todos los años. También muchos que, tras descubrir la tienda y no poder pararse, me hacen luego pedidos grandes», añade agradecida.
«Todos dicen que les gusta que el comercio sea diferente, que tenga un toque especial. Se me empieza a conocer. Este verano ya hice más de 70 tocados», termina con ánimo.