La eclosión del jazz en la provincia de A Coruña: «Solo con grupos gallegos se puede programar una sala»
SANTIAGO CIUDAD

Cada vez más festivales llevan la música de los grandes templos a la calle
17 jul 2023 . Actualizado a las 08:49 h.El jazz se vuelve cada vez más popular en Galicia, y concretamente en la provincia de A Coruña. Según varios músicos, solo con proyectos gallegos se podría cerrar la programación de una sala durante más de cuatro meses sin repetir.
Locales como el Filloa o el Garufa, en A Coruña, o la Borriquita de Belém en Santiago se han convertido en verdaderos templos. Centros litúrgicos donde expertos y aficionados se reúnen para vivir un estilo que alcanza nuevos horizontes, cada vez más heterogéneos.
Pero la liturgia no solo sucede en los templos. También se extiende por las calles de A Coruña, Rianxo o Ferrol en forma de festival. La semana pasada, el +QJazz trajo a la ciudad herculina artistas internacionales como Steve Turre o Michael Olivera. Con ellos se mezclarán propuestas locales como David Regueiro, ganador del Martín Códax da Música 2023 en la categoría Jazz y Músicas Improvisadas, que actuará en el Noites de Jazz de Rianxo, del 2 al 5 de agosto. A las orillas ferrolanas llegarán más agrupaciones gallegas, como Udra, en el festival Jazz de Ría, que tendrá lugar entre el 18 y el 21 del mismo mes entre Narón, Neda, Cedeira y Valdoviño.
Los orígenes de la eclosión se remontan a 1980, cuando Nani García, Antonio Cal, Baldo Martínez y Fernando Llorca formaron Clunia en A Coruña. El Filloa, el primer gran templo, acababa de abrir sus puertas en la rúa Cega (pero no sorda). «No se podía estudiar jazz. En Cataluña tenían L’Aula de Música Moderna o el Taller de Músics, pero aquí no había nada», cuenta Pepe Doré, gerente del Garufa y organizador del +QJazz.
Pero los genios siguieron apareciendo. Abe Rábade surgió en los 90, Sumrrá en el 2000. Y entonces todo comenzó a florecer. La Escola Estudio (1987) ganó fama en Santiago, y en A Coruña se creó la Escuela de Músicos (1998) o la especialidad de jazz en el conservatorio. El género se consolidó, nacieron cientos de nuevos proyectos y los templos se llenaron de vida.
Tito González regenta la Borriquita en Santiago. Recuerda que el otro primer gran templo gallego, además del Filloa, fue el Dado Dadá, que abrió en la capital el mismo año que el club coruñés y desapareció en 2019. De él quedan miles de recuerdos en las mentes de los mejores músicos gallegos y un disco: Peregrinaje musical a Compostela, grabado en directo por Pedro Iturralde.

Andrés Real, bajista de Demo Rumudo: «Entre los jóvenes están surgiendo proyectos que expanden las fronteras»
Andrés Real tiene 23 años. Nació en Ourense y creció tarareando solos de Pat Metheny. «Lo primero que toqué fue el piano, pero mi padre era bajista y la casa estaba llena de bajos. En el verano del 2011, más o menos, me dio por coger uno y sacar algunos riffs. En un año conseguí tocar mejor el bajo que el piano en diez [se ríe], así que me cambié de instrumento».
Real vive en primera persona la escena jazz de Santiago de Compostela, aunque al margen de la enseñanza reglada: con el bajo siempre ha sido autodidacta.
«Creo que hay cierto purismo alrededor del jazz, a veces parece que meterse es un sacrilegio si no llevas 50 años tocando. Pero eso solo es así en algunos círculos. Entre la gente joven está empezando a romperse un poco ese misticismo, están surgiendo proyectos que expanden las fronteras del género. Hay gente muy abierta de mente, con mucha calidad e ideas increíbles».
Se refiere, por ejemplo, a las Daydream Sessions que organiza Sergio Abuín, un estudiante de último año del conservatorio de A Coruña: encuentros en algunos locales de la provincia entre músicos jóvenes con ganas de crear. Allí se conocen, improvisan juntos... «Es un planteamiento más relajado, más accesible. En una Daydream conocí a los de Demo Rumudo, por ejemplo, y ahora toco con ellos. Son un grupo de Ferrol que mezcla jazz y rock progresivo, con músicos de muchísima calidad».
Real cree que esa expansión de fronteras es muy positiva. Comenta que al mezclar estilos no solo se abre la puerta para músicos que habitualmente tienen miedo del jazz; también se consigue llegar a un tipo de público que no suele interesarse por el género. «Hay gente que no escucha nada de jazz en su día a día pero viene a todos los bolos de Demo», comenta.
El joven bajista ourensano no para de moverse, de buscar nuevas ideas y nuevos horizontes. «Últimamente hemos montado un grupo para hacer versiones jazz de música de videojuegos. Tocamos temas de Mario 64, Undertale... De momento no tenemos nombre, pero queremos moverlo y tocar por Santiago el curso que viene. Porque realmente nos lo pasamos muy bien».
La importancia de la música de sala en un contexto dominado por los grandes eventos
Cuando le preguntan por el futuro del Garufa, Pepe Doré se muestra incierto. La creciente popularidad del jazz no es suficiente para plantar cara a macrofestivales de otros estilos, más atractivos para el gran público. El resultado, por desgracia, es que incluso los templos mejor consolidados sufren.
«Nuestra intención es aguantar todo lo que podamos, pero después la realidad nos pondrá a todos en nuestro sitio. La empresa es muy complicada de llevar adelante, nos movemos en un mundo difícil, alejado de los grandes números», lamenta Doré.
El Garufa ha vivido dos etapas: la primera en la Ciudad Vieja, en la calle San Francisco, y la segunda en la calle Riazor, donde se encuentra ahora. En total, lleva más de 32 años en funcionamiento: «Todo tiene su fin y yo creo que al Garufa cada vez se le aproxima más. Hay que poner mucho trabajo, mucha pasión, mucho esfuerzo, convicción y amor para seguir adelante».
Doré considera que sería necesario un mayor apoyo por parte de las Administraciones. Reivindica que las salas son centros culturales y que se deberían preservar. «Puede que sea predicar en el desierto, pero animo a la gente a no solo asistir a los grandes festivales, en los que al final va a ver a sus ídolos en una pantalla. Animo a la gente a que recuerde que las salas pequeñas también estamos ahí, con una apuesta mucho más cercana a la cultura y con la oportunidad de ver a los artistas como realmente son, de cerca», recuerda.