Una ruta por Santiso idónea para los amigos de la soledad y los sitios pequeños
SANTISO
El recorrido parte de Mourazos y transcurre por las proximidades del Ulla
10 feb 2024 . Actualizado a las 05:05 h.El puente, ciertamente anodino, de Mourazos, en el concello de Santiso, encierra un secreto: una piedra en la parte pontevedresa tiene una inscripción medieval. Un lugar cargado de simbolismo para comenzar una ruta que ofrece varias posibilidades, ya que los más o menos expertos pueden ir por el PR-G 226 o por pequeñas pistas.
En el primer caso, en estos tiempos procede ir bien pertrechado, con botas de montaña y dispuestos a cruzar algunas zonas con barro. Y ello vale también a quienes prefieran la bicicleta de montaña y tengan un buen montón de horas de práctica. Claro está que esa ruta en tiempos estivales es apta para todos los públicos.
Igualmente no es nada del otro mundo combinar el coche con paradas y recorridos con tierra bajo los pies por zonas que presentan un mejor aspecto y que además de carecer de dificultad no encierran ningún peligro. Pero en cualquier caso en Mourazos —que solo presume de media docena de hórreos normales y corrientes, además del curioso nombre— se fija la salida. Y al par de minutos de arrancar en ascenso, siempre en territorio coruñés, se elige a la izquierda la primera pista sin asfaltar, ancha, sin desniveles, muy cómoda y en más que aceptable estado en la actualidad.
La jornada comienza bien, puesto que son veinte minutos muy gratos, siempre en paralelo al Ulla, que por ahí corre encajonado. Obviamente, quien vaya en coche (o quien, quizás por turnos, se encargue de él) tendrá que ir dando una vuelta para alcanzar a los caminantes, cosa que hará a la entrada en ascenso de la minúscula aldea de San Xurxo, con un gran hórreo a la vista y una sólida iglesia oculta en lo más alto, a 345 metros sobre el nivel del mar.
Se ve en buen estado, con excelentes sillares en sus esquinales y piedra vista en todas partes, con un campanario simple (intacta está su campana) y una sola nave a la que se adosó una sacristía que no desentona. Frente a la fachada, un crucero con cierta elegancia a pesar de que está coronado por una austera cruz. Los bancos y mesas que los acompañan van a marcar la primera pausa de la excursión.
Ahí arrancan dos caminos: el de la izquierda conduce al Ulla en una inolvidable bajada de trescientos metros. El de la diestra conduce a otra pista también cómoda, donde se elige la izquierda, se continúa acompañando la corriente aunque a distancia y acaba en Outeiriño.
Y Outeiriño es un lugar que de primera impresión parece abandonado, aunque en absoluto lo está. Sí se ven ruinas, y un hórreo grande que en su día tuvo adornos pictóricos curiosos y otro algo más pequeño en la parte contraria. Al fondo, la aldea de Vide.
Los andarines encontrarán que a la salida del lugar arranca una pista a la izquierda (cuando muere en otra, a la misma mano). Va a dar una gran vuelta porque el Ulla obliga a ello, con buen ascenso en el medio, para llegar a las cercanías de Casa Nova, adonde con unos kilómetros más se puede ir el coche por asfalto. Son dos kilómetros y medio, y de nuevo primera (con Casa Nova a la vista), segunda y tercera pista que se encuentran, a la izquierda, siempre intentando ir lo más cerca posible del Ulla (ojo, en el cuarto desvío, a la derecha, para bordear el monte de A Pena).
Y así, escogiendo siempre ir cerca de la corriente, llega un momento en que hay que apartarse de esta, ir subiendo y se tendrán las casas de Belmil ante los ojos. Su iglesia de San Pedro es un buen punto final, al que también se accede, acometiendo un último desvío por el interior, en coche.