El monstruo de las toallitas no deja de crecer y colapsa la depuradora de Calo

Emma araújo SANTIAGO / LA VOZ

TEO

CEDIDA

La EDAR compartida por Teo y Ames sufrió dos averías en apenas 48 horas

16 jul 2021 . Actualizado a las 00:57 h.

La planta depuradora de Calo, inaugurada a principios del milenio cuando las toallitas higiénicas apenas eran un problema, debe depurar las aguas residuales que genera parte del municipio de Teo y también de la población amiense de O Milladoiro. Con una capacidad máxima que hace años ya se vio superada por la realidad demográfica de una de las zonas más pobladas del área metropolitana, las instalaciones teenses sufrieron el pasado fin de semana una doble avería provocada en menos de 48 horas por el colapso de las bombas de filtrado. El pasado sábado, las cuatro piezas de la planta quedaron tupidas a la vez por la acumulación de toallitas higiénicas. El servicio de Augas de Teo procedió a limpiar las piezas pero tres de ellas volvieron a obstruirse o por la misma causa al día siguiente, con el riesgo de sufrir una avería por sobrecalentamiento, lo que supondría un gasto mínimo de 800 euros por cada reparación.

Canalizar los residuos hasta las depuradoras con materiales como las toallitas también supone más gasto energético para los sistemas de bombeo, que en algunos casos hay que reforzar. Ante esta situación, el Concello de Teo ya mejoró el sistema para la limpieza de las instalaciones con el objetivo de reducir el tiempo necesario en cada intervención, pero no es suficiente para garantizar el buen funcionamiento de las instalaciones, sobre todo cuando se saturan muy a menudo, como ocurre en esta época del año en la práctica totalidad de plantas de tratamiento de aguas fecales y residuales.

Este problema se ve agravado en las depuradoras durante los meses de verano porque el caudal que llega a las redes de saneamiento es menor, por lo que se multiplica la densidad de estos residuos, que no son, ni de lejos, tan biodegradables como se piensa ya que no se deshacen tan rápido como el clásico papel higiénico.

El resto del año, confirma Agustín Rodríguez, operario de Augas de Teo, el problema no desaparece, sino que se traslada cauce abajo, llegando a los ríos y al mar. Por eso no es la primera vez que cuando recibe quejas vecinales por los vertidos en la zona su respuesta explicando por qué se producen calla a cualquiera.

Según sus cálculos, una toallita que se arroja a un inodoro puede llegar al día siguiente a la depuradora sin apenas degradarse. «Piensan que el váter es un agujero mágico del que todo desaparece. Y solo desaparece de la vista», destaca Rodríguez, que suele utilizar esta frase durante las visitas escolares a las plantas depuradoras para explicar por qué a las tuberías de residuales no deberían llegar ni restos de comidas, ni material higiénico exceptuando el simple papel de celulosa, ni tampoco pelo. Lo que confirma es que todo este tiempo no encontró ninguna mascarilla en las depuradoras en las que trabaja, pero sí grandes cantidades de comida de algún establecimiento.

Alto impacto económico

Al daño medioambiental que generan las toallitas se añade el innecesario sobrecoste económico para empresas y concellos. Viaqua, la firma que gestiona el servicio de Santiago, cifraba en el 2018 este gasto en unos cien mil euros en concepto de limpieza y averías en la red. Ese mismo año, Ames estimaba en 114.000 euros el coste de las averías a las que tuvo que hacer frente por el mismo problema de