
Se encuentra uno de los castros más impresionantes de la comarca compostelana por sus medidas
12 jun 2021 . Actualizado a las 04:55 h.Pasado Lestedo, en Boqueixón, el visitante que sigue la carretera nacional 525 que desde Santiago conduce a Ourense no tarda en entrar en el municipio de Vedra, y algo menos de dos kilómetros más adelante se ve un desvío a la izquierda a la capilla de Santiaguiño do Monte y otro a mano contraria que indica en llamativo cartel «Área de interpretación dos muíños». Así que eligiendo este último empieza a retornar a un mundo que ya se ha ido. Y aparecen ante los ojos sus contradicciones y muestras de la concepción que se tenía en siglos pasados.
Lo primero que se encuentra es el desvío a la diestra en el que se ha dispuesto una pequeña área ajardinada con un esbelto ejemplar de cruceiro, rehabilitado todo ello en 1999. Y al frente, la iglesia parroquial de San Pedro de Vilanova, un airoso ejemplar de gran tamaño. Muestra planta de cruz latina (un brazo más largo que el otro) y de su sobria ornamentación solo se van los ojos al campanario, rematado por una cúpula de dimensiones que no asombran y sostenida por seis pilares.
De vuelta a la pista, el visitante va a girar a la derecha y leerá un cartel que le avisa de que allí está la fuente de San Pedro, sencilla aunque tampoco demasiado pequeña.
Hay que continuar descendiendo y se llega a un punto en que procede o cruzar bajo la vía del tren o girar a la izquierda. La opción correcta es esta última, para subir cruzando un bosque de sobresaliente.
La pista termina en otra que invita a elegir la derecha. Todo ese outeiro con denso arbolado que queda a la siniestra es uno de los castros más impresionantes de la comarca compostelana. No por sus medidas, que son 140 por 100 metros, dándole una forma oval, sino por su enorme y sólida muralla principal (hay otra al menos, por la parte que va a recorrer el visitante). Resulta difícil pensar cómo la construyeron los habitantes de Vedra hace dos mil años, incluso sabiendo que, lógicamente, han aprovechado el terreno. Pero el foso hubo que trabajarlo a mano y con herramientas poco eficaces.
En fin, apárquese el coche frente a la primera casa que se encuentra, que por cierto es otro ejemplo de cómo una construcción que hoy puede parecer normal puede alejar el feísmo que castiga no solo la comarca compostelana, sino Galicia entera: con el jardín cuidado, un adorno al frente, un cierre que no resulta agresivo… y encima la gente es amable.
Por detrás de esa casa arranca una pista de tierra. Un pase que conduce al interior del castro, a 226 metros sobre el nivel del mar, y si bien esa entrada actual parece la auténtica, no resulta posible afirmarlo con rotundidad. Y una vez dentro, en plena selva que permite el paso, se constatan dos agresiones, una allí mismo y otra en la muralla, para sacar piedra. Dos razones más para extremar la vigilancia ante ese tesoro arqueológico que algún día habrá que sacar a la luz.