Una mañana en el 15, la línea de autobús que conecta los dos campus universitarios de Santiago
VIVIR SANTIAGO
Desde primera hora, grupos de estudiantes se amontonan en las paradas del Ensanche para trasladarse hasta las facultades de Económicas, Filoloxía y Comunicación. En sentido contrario, cuando más gente hay es al mediodía
23 nov 2024 . Actualizado a las 13:12 h.A primera hora de la mañana, la parada de bus de la República de Arxentina es un hervidero de estudiantes. Cargados con ordenadores y apuntes, esperan a que llegue un autocar de la línea 15, esa que, pasando por la Praza de Galicia, conecta ambos campus universitarios, el sur y el norte. Hay jóvenes que viajan excepcionalmente. Por ejemplo, para asistir a clases sueltas que se imparten en una facultad que no es la suya o, ahora que se aproxima la época de exámenes, para estudiar en alguna de esas bibliotecas de aforo amplio y horario extendido. No obstante, la gran mayoría se sube al bus regularmente. Van a clase a primera hora y, cuando termina la jornada, esperan de nuevo al autocar que los lleva de vuelta a sus casas. El recorrido, de unos veinte minutos, transcurre entre paradas y conversaciones sobre lo que se avecina para el día.
Por las mañanas, la ruta más concurrida es la que conecta el sur con el norte, la que recorre el esqueleto de la zona universitaria por excelencia, el Ensanche, y llega hasta Vite, donde están las facultades de Económicas, Ciencias da Comunicación y Filoloxía. Entre un extremo y el otro son, en total, quince paradas que van desde la Avenida de Barcelona hasta la puerta de las facultades, pasando previamente por la espina dorsal de Santiago: Xeneral Pardiñas, Virxe da Cerca y San Roque. Los que comienzan las clases a las nueve esperan en la marquesina —en Xeneral Pardiñas, la hay; en República de Arxentina, por ejemplo, toca resguardarse de la lluvia bajo los soportales— a eso de las ocho y media. Se unen a los universitarios algunos niños que, acompañados por sus padres y madres, se dirigen al colegio público de Vite, justo enfrente de las facultades. También personas mayores que se cuelan para bajarse cerca del barrio de Vista Alegre o a la altura del Mercado de Abastos para hacer la compra.
Es el segundo autocar de la línea que hace la ruta esa mañana. La primera frecuencia sale a las ocho y cuarto y, veinte minutos después, la siguiente, que es la que aglutina a un mayor número de viajeros. La hora de llegada, alrededor de las nueve de la mañana, es a la que comienzan muchas de las aulas. Cogen la frecuencia anterior los que no se arriesgan a que, por colapso de viajeros, el vehículo tarde más tiempo del establecido en terminar el trayecto. Hay paradas en las que, cuando llueve, la cantidad de gente que se sube al bus parece llenarlo. Pasa, por ejemplo, en República de Arxentina, donde solo los más rápidos son capaces de conseguir asiento. Muchos de ellos, repartidos a lo largo y ancho del bus, hacen el recorrido de pie y sujetos a las barras. Los que lo cogen más allá de Xeneral Pardiñas dan ya por hecho que van a tener que aguantar de esa forma hasta que lleguen al destino.
Dentro, conversan entre sí. Planean las exposiciones de algunas materias, repasan los apuntes o, simplemente, intercambian percepciones sobre las clases. A medida que la línea avanza hasta los campus, apenas hay gente que se baje del bus. Los que lo hacen —trabajadores que acuden cada mañana a cualquier establecimiento cercano a la Praza de Galicia— tardan en salir por la puerta. Los primeros estudiantes no se apean hasta llegar a Virxe da Cerca, a la altura de la Mestre Mateo. Aún así, la gran mayoría descienden hasta Económicas y hasta Ciencias da Comunicación, la gran parada final. A esas horas, el viaje de vuelta es mucho más tranquilo. Se sube en el Burgo das Nacións algún universitario que va a las aulas al campus sur, pero los de Matemáticas, Biología o Derecho acostumbran a elegir sus pisos y residencias en la zona del Ensanche o, mismamente, del campus.
El colapso en el trayecto contrario viene a mediodía, cuando los estudiantes terminan la jornada lectiva o hacen una pausa para ir a comer a sus casas. Cuando llueve, la marquesina de enfrente a la residencia universitaria no es suficiente para cobijar a los universitarios que esperan al 15. Cogen la línea, además de los que salen de la facultad, los que viven en la residencia y van a estudiar a la mítica Concepción Arenal. Los que temen la situación cambian la parada por la de Avenida de Castelao, por donde pasa el 5, que también llega hasta el Ensanche. Se suben también vecinos del barrio, pero la línea es mayormente universitaria. Prueba de ello es que en fin de semana la frecuencia pasa de unos veinte minutos a sesenta. El lunes y hasta que termine el curso, la situación vuelve a ser la misma.