Platón y el destape político

Cristina Gufé
Cristina Gufé OTRA MIRADA

SELECTIVIDAD

int

02 ene 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Todos estaremos de acuerdo en reconocer que Platón es un clásico; el filósofo que a veces escuchamos nombrar, quizá prepararlo para el examen de selectividad porque decían que siempre caía, o recordarlo cada vez que alguien se sirve de su nombre para el título de un libro, o al utilizar la expresión amor platónico. Pero no siempre somos conscientes de la importancia de este pensador en la cultura a la que pertenecemos, por tanto en nuestras propias ideas.

El pensamiento de Platón ha servido para configurar el nuestro -sin darnos cuenta de ello-, porque incluso para pensar de otra manera o construir un edificio mental diferente hay que derribar antes el que él había levantado -eso lo tuvieron que hacer entre otros su discípulo Aristóteles, Guillermo de Ockham en el siglo XIV y en la modernidad autores como Kant o Nietzsche.

Entre las ideas platónicas vigentes en la actualidad podríamos señalar la siguiente: además del mundo que vemos con los ojos puede existir otro que nos espera tras la muerte -idea aceptada en las religiones-. El ser humano está compuesto de cuerpo y alma; el alma tiene una función racional que permite el conocimiento y el control de la tendencia humana a la acumulación de bienes materiales. La política deber hacer posible el logro de la justicia, algo que no es posible si los que dirigen la sociedad no son sabios, es decir conocedores del bien y de los principios morales. Cuando nos enamoramos, en realidad, estamos amando no tanto a un ser concreto como a la belleza que ese ser nos permite recordar porque nuestra alma ya contempló la belleza antes de llegar a este mundo; el individuo particular es un representante de algo absoluto que va más allá de sí mismo. En Platón se puede descubrir quizá un germen de totalitarismo (tan presente en algunas sociedades actuales) porque sintetizó el afán humano de reunir en un Todo (llámese después religión, política, etcétera) nuestras aspiraciones esenciales. La educación es un proceso progresivo, un ascenso desde la oscuridad de la ignorancia hasta la luz del conocimiento, esto no es posible sin esfuerzo -recordemos el mito de la caverna-. Es importante el diálogo entre los seres humanos para que entre todos alumbremos -como la madre de Sócrates hacía ayudando a dar a luz porque era comadrona- el equilibrio necesario para poder vivir en una sociedad justa.

La importancia que Platón le da al diálogo ha sido una de las mayores lecciones que recibió de su maestro Sócrates; por eso sus textos están escritos en forma dialogada -en esto hasta los políticos españoles estarían de acuerdo, pues aunque no sean expertos en tal ejercicio sí saben que es importante reconociéndolo como una conquista democrática-.

La contribución de Platón va mucho más allá de estas notas que sirven para recordarlo; no se agota su estudio aunque haya sido ya tan analizado desde el siglo IV antes de Cristo y de que su influencia haya recorrido toda la Edad Media hasta nuestros días. La peripecia histórica del otro grande, Aristóteles, es distinta. La cultura griega es inagotable, un mundo que se abre en círculos concéntricos para aquel que se acerque a descubrirla; todo lo que se relacione con su estudio, lenguas clásicas por ejemplo, es de sumo interés. ¿Estarán de acuerdo con esta afirmación los que hablan de educación de calidad ?¿Qué significa esta expresión? Podríamos preguntárnoslo. En lo que sí estaremos de acuerdo es en lo que decía Italo Calvino: la lectura de un clásico debe depararnos cierta sorpresa en relación con la imagen que teníamos de él. Y Platón es un clásico.