La ficción gana enteros en su segunda temporada por su forma de abordar la pandemia
18 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.En el 2019, The Morning Show fue la tarjeta de presentación de Apple TV+, el servicio de vídeo bajo demanda con el que la compañía de Cupertino entraba a competir en el complejo mundo de las plataformas de streaming. A diferencia de la todopoderosa Netflix, con miles de contenidos a un solo click, Apple irrumpía en el sector apostando por la contención, con pocas producciones pero muy bien escogidas y, sin duda, The Morning Show fue la más brillante de todas.
La serie narra la caída en desgracia de un espacio televisivo matinal, al estilo de El programa de Ana Rosa o Espejo público, cuando uno de sus dos presentadores estrella, Mitch Kessler, es acusado de una serie de conductas sexuales inapropiadas. Para tratar de enmendar la situación, la cadena despide al periodista y se prepara también, a escondidas, para echar a Alex Levy, la que ha sido su pareja televisiva durante más de quince años; hasta que Bradley Jackson, una joven reportera de provincias, irrumpe en escena.
No cabe ninguna duda de que las denuncias de abuso y acoso que varias actrices interpusieron contra el exproductor Harvey Weinstein y la indignación en torno al caso que alumbró el movimiento #MeToo fueron el punto de partida de esta intrincada historia que aborda aspectos tales como las dinámicas de poder que se establecen en el entorno laboral, la competitividad en la industria televisiva y la gestión de unos egos enormes. The Morning Show diseccionaba todas estas cuestiones y, lo más importante, lo hacía sin caer en el maniqueísmo, con valentía y afrontando riesgos, para tratar de demostrar que todos somos partícipes de las fallos que deja entrever el sistema.
Lo más sorprendente es que las acusaciones que hicieron caer al exproductor estadounidense y que levantaron esta ola de indignación habían tenido lugar tan solo dos años antes, en octubre del 2017. En apenas veinticuatro meses, Jay Carson, creador de la ficción, no solo digirió y asimiló todo lo que pasaba, sino que consiguió trasladarlo a la ficción de forma sublime.
Acertó eligiendo a los rostros que llevan el peso de la ficción. Steve Carell, que dio vida a Michael Scott en la versión americana de The Office, encarna a Mitch, la estrella caída en desgracia. Las sombras que rodean al personaje no impiden que el espectador empatice con él por momentos. Pero es que Carson está empeñado en llevarnos a ese escenario de grises.
Se ve, también, en el rol de Alex, a la que interpreta otra actriz de comedia, Jennifer Aniston, posiblemente en uno de los papeles de su vida. La compañera de Mitch, una mujer madura, con genio y mucho que decir, siempre ha estado a su sombra ¿Sabía lo que acontecía detrás de las cámaras? La tercera en discordia es Bradley. En su piel, y de qué manera, se pone Reese Whiterspoon, que en los últimos años ha demostrado ser una de las mejores actrices de su generación. Igual de brillante, por cierto, es la forma en la que la ficción describe lo que es trabajar en un programa matinal de estas características.
Las carreras por los pasillos, los temas a última hora, los directos, las puñaladas por la espalda... Todo está ahí.
La covid, ¿de fondo?
La nueva temporada comenzaba hace unas semanas y lo hacía con unas sobrecogedoras imágenes de Nueva York vacía para dar paso a un rótulo: «Tres meses antes». En efecto, la acción de los primeros capítulos discurre poco antes de que la pandemia lo cambiara todo. Alex abandonó la cadena y se está dedicando a escribir sus memorias, mientras Bradley continúa en el programa. Mitch, por su parte, se ha ido a pasar una temporada a Italia -no es una coincidencia-. Su trama, al menos en estos primeros compases de la nueva tanda de episodios, es la menos interesante y la más accesoria -sobra-, mientras la historia de lo que acontece en la cadena sigue rayando a un nivel excelente.
Pero es en la forma en la que The Morning Show está abordando la pandemia donde la nueva historia gana enteros. Lo hace con pequeños guiños, que juegan con el conocimiento que ahora tiene el espectador de lo que pasó, pero que el grueso de los medios de comunicación no supo ver: ese teletipo de China al que nadie prestó atención, noticias acerca del confinamiento de poblaciones enteras en China que acababan yendo al final del informativo, reporteros desplazados hasta allí que ni siquiera entran en directo... Carson vuelve a dar en el clavo.