Álvaro Morte protagoniza una «historia para no dormir» ambientada en Galicia

i. cortés COLPISA

PLATA O PLOMO

La segunda temporada de la serie inspirada en el trabajo de Chicho Ibáñez Serrador ya está disponible en Prime Video

15 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Sus Historias para no dormir dejaron huella en toda una generación de espectadores. Con ellas, Narciso Ibáñez Serrador se convirtió en el gran cuentacuentos de una televisión que aún no tenía color y solo conocía dos cadenas. De bajo presupuesto y, a menudo, inspiradas, en relatos de los maestros de la ciencia ficción y el terror, el realizador no solo asustó y divirtió a millones de incautos sino que plantó la semilla de la pasión por el misterio y el horror en algunos de nuestros creadores.

Hace un año por estas fechas, cuatro directores (Rodrigo Cortés, Rodrigo Sorogoyen, Paula Ortiz y Paco Plaza) se atrevían con un reto no menor: escoger un episodio de los muchos que Chicho había rodado y reinterpretarlo. Ahora, y de nuevo con Alejandro, el hijo de Chicho, como productor, Salvador Calvo, Nacho Vigalondo, Alice Waddington y Jaume Balagueró han aceptado el reto para una segunda temporada ya disponible en Prime Video.

En uno de esos capítulos, La pesadilla, Alice Waddington (Bilbao, 32 años) lleva al espectador a una aldea gallega en 1880. La historia, deudora de las producciones de la Hammer de los 60 y 70 y protagonizada por Boré Buika, Mina el Hammani y Álvaro Morte, gira en torno a una serie de muertes misteriosas que asolan la comarca. Todas las víctimas son mujeres jóvenes, y asesinadas en extrañas circunstancias. Los habitantes del pueblo comienzan a sospechar que el responsable es Naim, un extraño vecino que vive apartado, sin salir jamás de día.

Pero Lúa, una joven de la aldea que ve a través de sus prejuicios hará todo lo posible por proteger sus secretos más ocultos. «Sentía que la historia tenía una potencia y un fuego interno muy grandes para hablar de temas muy actuales, especialmente en todo lo concerniente a la polarización social que hemos vivido en los dos últimos años», dice Waddington.

En su opinión, Chicho «siempre se acercó a historias que estaban en los márgenes. Creo que estaba obsesionado con la idea de que necesitamos comunicarnos más y entendernos todo lo posible y ese es un pilar central de mi trabajo. Parte de la historia que conlleva La pesadilla original es que cuando no se conoce a la persona ajena te acabas inventando cuentos sobre ella que se convierten en historias de terror», comenta la directora, que está convencida de que un capítulo así, fuera de España, «hubiese sido mucho más caro y difícil». La joven realizadora llegó a rodar en tres castillos diferentes, lo que ha sido tanto «un reto como una alegría», y por primera vez ensayó antes del rodaje lo que le permitió hacer cambios en los textos antes de llegar al set.

«Siempre me fascinó la serie original. La compré en su día en DVD cuando salió por que me encantaba», explica Salvador Calvo (Madrid, 52 años). El responsable de Adú, que llegó a conocer al «maestro y genio» cuando trabajaba de ayudante de dirección en un programa que se grababa en los estudios Buñuel, junto al plató del Un, dos, tres, ha optado por hacer suyo El trasplante, con un vibrante reparto que cuenta con Javier Gutiérrez, Petra Martínez o Ramón Barea, entre otros. «Me interesaba porque no era cine de terror al uso -explica el director-. Tenía algo más de Black Mirror, con un futuro distópico y un tema más social».

La pieza de Calvo, acerca de una sociedad en la que los marginados venden sus órganos y los privilegiados pueden conseguir un cuerpo nuevo, elimina de un plumazo la parte más satírica del original de Chicho. «He querido hacer una historia para no dormir, que te deja tocado y te revuelve un poco porque acabas pensando que esto no está tan lejos». Calvo no esconde que rescatar estas obras «impone», pero es que no se trata de «rehacerla tal cual, sino de reinterpretarla, porque al final tu acabas imprimiendo al episodio tu universo personal, la llevas a tu terreno». Eso sí, «si Chicho viera el capítulo, yo sí que estaría cagado porque era bastante exigente», concede entre risas.

«A mí lo que me hace elevar a los altares esta propuesta es que lo que están consiguiendo hacer es un catálogo del cine fantástico contemporáneo», apunta a su lado Nacho Vigalondo (Cabezón de la Sal, 45 años). «Si hay cinco temporadas, que espero que haya 700, nadie las va a disfrutar como un remake de una serie anterior sino como un catálogo de cómo era el cine fantástico español en los años veinte y qué inquietudes había y qué posibilidades había y hasta dónde se podía llegar y creo que eso es lo excitante», resume.

Sostiene el cántabro que La alarma es, a efectos prácticos, su siguiente película. Lo dice porque ha afrontado el proyecto, el único que apuesta por la comedia de todo el conjunto, con la misma pasión que uno de sus largometrajes. El director de Colossal escogió esta historia porque le gusta mucho «la desfachatez del capítulo original», que adapta de forma libre el relato de Arthur C. Clarke para 2001, en el contexto de un chalé en la sierra. «Es algo que siempre me ha atraído, lo cósmico contra lo más vulgar y lo más mundano, y la idea de un montón de gente compartiendo espacio con un objeto de una geometría de origen posiblemente extraterrestre», comenta.

En ese montón del que habla Vigalondo están Roberto Álamo, Carlos Areces, su esbirro en el extinto Los felices veinte, Aníbal Gómez, o el mismísimo Javier Gurruchaga, que protagonizó el último especial de Nochevieja del programa. Por estar, incluso, está el dúo Hidrogenesse, que se dejó caer en varias ocasiones por el espacio y que aquí se ha encargado de la banda sonora. ¿Tanto echa de menos Los felices veinte? «Aunque el programa siguiera en antena, hubiera hecho La alarma. De todas maneras ya he dicho que estoy dispuesto a abandonar el cine, si no es él el que me ha abandonado a mí, por seguir haciendo un late. Pero es que si eres cineasta y además tienes un late, pues haces agenda, chico».

«Un mago del entretenimiento»

No es la primera vez que Jaume Balagueró (Lleida, 53 años) se ve inmerso en un homenaje de estas características. Al fin y al cabo el director de REC o la más reciente Venus, ya participó en Películas para no dormir, donde pudo conocer a quien define como un «mago del entretenimiento». «Chicho para mí es el de Historias para no dormir, pero también el de el Un, dos, tres o el de Mis terrores favoritos, que permitió a toda mi generación, siendo niños, descubrir películas de terror, muchas de las cuales marcarían nuestro rumbo. Queríamos hacer películas como estas», reflexiona. En esta ocasión, el de Lleida ha optado por reinventar una de las piezas más icónicas del espacio, El televisor. «La historia era potencialmente interesante, con esa idea sobre la obsesión y la locura ante una amenaza externa, pero aunque el capítulo tenía una puesta en escena muy moderna, estaba muy anclado al pasado, por el tema de la televisión en color», relata quien define a Chicho.

Ahora que los desahucios y las ocupaciones parecen estar todos los días sobre la mesa informativa, a Balagueró se le ocurrió plantear una trama acerca de una familia, encabezada por Pablo Derqui -vaya papelón se marca, por cierto- y Manuela Vellés, que se va a vivir a un chalé de una urbanización. Él se obsesiona por la seguridad y acaba llenando la vivienda de cámaras a las que accede a través de todas las pantallas, la del ordenador de la oficina, la del móvil y la del televisor, como totem central. «Está esa parte de la critica social que tenía El televisor original, pero aquí abrimos la puerta a lo sobrenatural porque nos parece interesante», describe.

Historias en los márgenes

Decía hace unos meses Vigalondo, con motivo del estreno de ‘Nuestra bandera significa muerte', que la actual es «la generación de espectadores más conservadora de la historia». ¿Es la segunda temporada de Historias para no dormir un ejemplo de ello? «Yo creo que los que tenemos la responsabilidad creativa nunca queremos repetir cosas que estén ya hechas, no es algo que estemos encantados de hacer», explica, «pero igual hay que reconocer que la serie necesita ese vínculo con ese producto clásico ya asentado, no solo en nuestra memoria como espectadores sino en el lenguaje popular. Igual hace falta un link con el pasado para que una cosa se produzca, aunque al final como te decía antes lo que se esté consiguiendo hacer es un catálogo del cine fantástico contemporáneo».