Rafael Cobos, director de «El hijo zurdo»: «Es una historia de personajes y emociones, pero con una tensión permanente»

Iker Cortés

PLATA O PLOMO

Movistar

El colaborador de Alberto Rodríguez y coautor de guiones como «La isla mínima» y «Modelo 77» estrena este jueves serie en Movistar Plus, una producción basada en la novela homónima de Rosario Izquierdo que fue premiada en Canneseries

27 abr 2023 . Actualizado a las 12:52 h.

Rafael Cobos (Sevilla, 1973), eterno colaborador de Alberto Rodríguez y coautor de guiones de producciones como La isla mínima (ganadora del Goya al mejor guion original), El hombre de las mil caras (Goya al mejor guion adaptado), La peste o la más reciente Modelo 77, ha dado el salto a la dirección. El resultado es El hijo zurdo, un «thriller emocional» basado en la novela homónima de Rosario Izquierdo. Sus seis capítulos, ganadores del premio a la mejor serie corta en Canneseries, se estrenan este jueves al completo en Movistar Plus+. En ellos, María León da vida a Lola, una madre que descubre en comisaria que su hijo de 17 años pertenece a un grupo neonazi y acaba de dar una paliza a un marroquí. Sumida en una depresión, tratará de rearmarse para reconectar con su hijo y sacarlo de ahí.

—Primera experiencia detrás de las cámaras.

—Primera experiencia detrás de las cámaras con poder de decisión y asumiendo la responsabilidad del proyecto, sí. Sin embargo, he estado en muchas otras ocasiones detrás de las cámaras, acompañando a Alberto y al codirector de El hijo zurdo, que es Paco R. Baños, que firma cuatro de los seis capítulos.

—¿Le quedan ganas de repetir?

—Creo que sí. Cuando acabamos estaba tan agotado, al ser un rodaje físicamente tan duro, en verano en Sevilla, con tantas horas de calor y tan terrible, que decía que no volvía a hacerlo en la vida. Pero no tenemos memoria climática y una vez que se te pasa esa sensación de haber pasado el infierno, empiezas a sentir que ha sido maravilloso asumir la responsabilidad y que es una continuación natural al hecho de escribir, y que lo haría otra vez, ¿por qué no?

—¿Se parece en algo dirigir a escribir?

—Se parece muchísimo y es verdad que aunque haya toda una vertiente técnica, que es perfectamente asumible si estás acompañado, el corazón de la dirección está conectado directamente al corazón de la escritura. Yo creo que es muy difícil dirigir si no haces el proceso de inmersión y de comprensión del texto, y si no sabes hacia dónde se dirige. La primera parte ya la había hecho, el trabajar con el actor también, y me faltaba al final asumir la última palabra, la responsabilidad y el todo o nada. Y creo que están muy conectados. Son vasos comunicantes que se retroalimentan y que se necesitan.

—¿Se ha visto rodando alguna secuencia y pensando «cómo habría hecho esto Alberto»?

—No, no lo he pensado y yo creo que por salud mental. Si yo intento pensar cómo lo haría Alberto, menuda cosa desproporcionada... Yo intentaba navegar en otra dirección, mi fuerte está en otro sitio, o sea que no lo pensaba. Sin embargo, como guionista sí te contestaré con que esa pregunta es lógica. Muchas veces que me he visto ante problemas de guion he pensado en cómo hubiera solucionado esto mi guionista de cabecera, y al final pues lo haces justo al contrario [ríe].

—¿Qué debilidades y qué fortalezas se ha visto?

—Bueno, debilidades, no te las voy a contar. Yo creo que se las cuento a mi terapeuta [ríe]. A ver, fortalezas, creo que he tenido la suficiente solvencia en las decisiones y que han sido decisiones en su mayoría acordes con lo que había escrito. Creo que me he visto bien en la comunicación con un equipo, que al final es extensísimo y en el que cada uno viene de distintos sitios, lo que hace que sea una comunicación compleja y no fácil. Y creo que me he sentido bastante cómodo, sobre todo comunicándome con los actores y transmitiéndoles dónde estaba el corazón de lo que quería contar. También he ido sintiéndome cada vez más cómodo en la parte técnica y al final me he sentido cómodo en todo. No sé si esto forma parte de la primera vez, en la que vamos descubriendo que, de alguna forma, todo es maravilloso, pero siento que había una evolución lógica en el proceso de la escritura a la dirección y que todo hasta la fecha ha sido más o menos favorable.

—Opta por una adaptación de una novela de Rosario Izquierdo, ¿qué es lo que le atrapó de la misma?

—Es verdad que es una adaptación, pero es una adaptación en la que hay mucho de construcción. Con la novela comparte un detonante, que es el descubrimiento de una madre, Lola, de que su hijo se ha ido por extraños caminos y pertenece a un grupo de neonazis, pero a partir de ahí no comparte mucho más. Rosario me fue empujando en determinadas cosas que se respiran en la novela o me fue espiritualmente llevando a donde finalmente fue la construcción de El hijo zurdo, pero te diría que el núcleo de la novela que coincide con la serie no es más que ese. A partir de ahí, por ejemplo, a mí lo que me preocupa fundamentalmente es el hecho de ser madre o padre, algo que te diría que no era lo fundamental en la novela, o que no lo era conscientemente, pero a mí fue lo que me atrapó. Por circunstancias personales, soy padre, y en el momento en el que me leí la novela sentí que había algo ahí que enlazaba con el momento vital en el que me encontraba yo.

—Es un miedo que tienen siempre los padres, que sus hijos, de alguna manera, descarrilen...

—A mí me parece que los miedos empiezan mucho antes. Cuando eres padre no solo piensas en que tu hijo se vaya a convertir en un nazi o que tu hijo vaya a zurrar a los hijos de otras madres, que es el último pensamiento que tienes. Los miedos empiezan a nacer en el momento en el que tú estás proyectando sobre tu hijo algo, que es una postura terriblemente injusta. A partir de ahí generas unas expectativas y un resultado que está llamado al fracaso por completo. Es verdad que educar es un proceso de comunicación y de descubrimiento personal tan importante que juegan muchísimos más elementos, pero el miedo no solo está en el futuro de tu hijo que se descarrile, sino en que tu hijo no sea lo que tú esperabas que fuera, sobre todo porque al final tiene que ver con lo que tú eres.

—Lola es una madre joven que lo abandonó todo para cuidar de sus hijos y, de alguna manera, se perdió. Es lo que les pasaba a casi todas las madres hasta hace bien poco, ¿no?

—Totalmente y desgraciadamente sigue pasando. Lola es una madre muy joven y asume que tiene que cuidar sola y dedicarse sola a sus hijos porque hay todo un sistema que está por encima y que está representado por su madre, que le está diciendo tú tienes que hacer esto. Es terrible. Lola tiene la oportunidad, a partir del descubrimiento de que su hijo es nazi, de sentir que puede subvertir eso, que puede revertirlo y darle la vuelta, y que puede volver a donde lo dejó y que puede hacerlo conviviendo con su hijo, pero no con otro tipo de elementos que son tóxicos, que son representativos de esa sociedad tan determinante que le rodea.

—El año pasado, en la presentación del proyecto, decía que había tenido que componer la historia en un 85 o un 90% y que la novela era sobre todo una «inspiración». ¿La adaptación buena es la que de alguna manera traiciona la novela?

—Es una frase que me encanta. No es la que traiciona, es la que roba algo a la literatura para apropiárselo, pasándolo por tu filtro. Si tú no eres capaz de encontrar en la novela algo tuyo y personal, no la adaptes. No se trata de una traición sino una apropiación, un robo o, en un sentido bastante más positivo, una identificación y un reconocimiento. Por un lado traición o robo y por otro reconocimiento e identificación. Yo creo que son los dos polos de trabajo de adaptación de la novela.

—Dijo también que había optado por una historia más emocional y con menos trama. ¿Le parecía más sencillo abordar algo así?

—Desde el punto de vista de la dirección sí. Es algo que podía asumir con más seguridad y con más tranquilidad. He trabajado con actores, me he formado para trabajar con ellos durante mucho tiempo y puedo asumir una historia en la que el centro de todo fueran los actores y no hubiera una trama tan compleja ni hubiera una acción que no fuera abarcable por mi parte. Es cierto que a la hora de la escritura y del montaje, y no tanto a la hora de la realización, he intentado aplicar las reglas del thriller, las reglas de la construcción trepidante del relato a un conflicto muy emocional. Y el resultado creo que es singular porque estás viendo una historia de personajes y una historia de emociones pero lo que está haciendo es una tensión permanente. Esa suma es interesante y distinta.

—La ficción también permite un juego de espejos. Mientras está en comisaría esperando a ver a su hijo, Lola, de clase alta, conoce a Maru, de clase baja. Su hijo Loco ha sido detenido en el mismo altercado. En realidad no se diferencian tanto, ¿verdad?

—No, no se diferencian tanto y de hecho te diría que el grado de comunicación que tiene con Maru con su hijo es bastante más directo y más frontal del grado de comunicación que tiene Lola con el suyo. Yo creo que hay una secuencia que lo cuenta todo y es cuando están en la comisaría en el primer capítulo, que el policía le deja entrar a una y a la otra no. Yo creo que ahí está contado un poco que estas dos mujeres vienen de dos mundos distintos y que la sociedad las va a tratar de dos mundos distintos con independencia de que tengan el mismo problema y estén cosidos por la misma base.

—De fondo está el tema del exmarido, un político totalmente egoísta que aspira a hacerse con la Alcaldía.

—En realidad el personaje te está contando esa otra forma de ser padre, que es ese hombre que no ha estado ahí nunca, y que ha sido la mujer sola la que se ha podido equivocar. De hecho, a lo mejor si no hubiera estado sola, no hubiera tenido ese tipo de limitaciones, ese tipo de imposiciones por parte de su madre y por parte de la sociedad a la que representa. Pero el personaje representa al marido que va a anteponer su profesión a todo y para la que su hijo no deja de ser un obstáculo. Es terrible, su hijo está en la uci y él sigue empeñado en ser alcalde. Es una fabulación sobre el terrible hecho que ha significado durante mucho tiempo ser padre frente al hecho de ser madre.

—Usted toca este asunto de refilón, como ha dicho, pero ¿a qué cree que se debe el resurgir de la ultraderecha en toda Europa?

—Bueno, lo toco de refilón pero ahí está. Yo creo que Lorenzo podría haber sido narcotraficante o podría ser vendedor de arroz, pero he elegido que sea un nazi. Y su madre podría haberlo visto venir desde el minuto uno, pero no lo ha visto venir. Es una fábula en la que hablamos de un monstruo que hemos estado generando, que se está operando delante de nosotros, pero que no hemos querido ver y que no hemos querido atacar. Yo creo que eso dialoga mucho con la situación que estamos viviendo. No sé cuál es la solución, pero sí, evidentemente, creo que parte del diagnóstico está ahí y que parte del origen también.

—Los guionistas apenas aparecen en los medios de comunicación generalistas. Es muy injusto, ¿no?

—Es muy injusto, sí. Ahora mismo en Estados Unidos la están liando, por fin, otra vez. Afortunadamente tenemos algo más de visibilidad gracias a las plataformas, que nos han ido dando nuestro espacio y que nos han ido colocando en primera línea de fuego, y eso ha sido crucial. Pero yo creo que todavía queda mucho por hacer.

—El pasado domingo un colega suyo, Borja González Santaolalla, acusaba a Daniel Écija de no haber escrito «ni una sola línea de diálogo» en «4 estrellas» a pesar de aparecer entre los guionistas...

—No sé cómo es el caso de esta serie, pero es evidente y no sorprende a nadie que esto lleva ocurriendo desde hace mucho tiempo, que hay quien se apropia del crédito del guion y el de creación, que está muy por encima, sin haber escrito una línea y sin haber aportado más que notas o comentarios a los textos. Eso debería dejar de pasar y creo que a medida que los guionistas vayan asumiendo verdaderamente esta responsabilidad, que yo creo que deben tener, y las cadenas empiecen a entender que el guionista puede asumirlo, es cuando empezaremos a acabar con este tipo de linaje y de casta impuesta desde hace millones de siglos.

—La ficción se ha llevado el premio a la mejor serie corta del Festival Canneseries. ¿Qué supone un reconocimiento así?

—Bueno, es un subidón. Ya nos sentíamos afortunados yendo a un festival de tanta importancia como es el de Cannes, imagínate que hayamos salido premiados. Significa que en el cartel promocional llevará que ha sido premiada en Cannes y yo creo que incluso un bote de veneno que ponga Cannes es goloso y apetecible, y sobre todo tienes la sensación de que estamos empezando a hacer algo y que lo hemos hecho de un modo correcto.