Las interpretaciones de los actores Candela Peña y Tristán Ulloa como Rosario Porto y Alfonso Basterra sobrecogen en la serie de Netflix «El caso Asunta», estrenada este viernes
27 abr 2024 . Actualizado a las 16:30 h.Asunta muere de nuevo en la serie de Netflix que recrea el caso que lleva el nombre propio de una niña de 12 años que, en septiembre del 2013, pereció a sangre fría a manos de sus padres. Una niña que se había convertido en un estorbo o que tal vez sabía demasiadas cosas que era preciso callar. El caso Asunta, en sus seis episodios, se asoma todo lo posible a esa realidad espeluznante, y todavía inconcreta, de una familia aparentemente normal que se convierte en protagonista de uno de los capítulos más lúgubres de la crónica negra.
La ficción, basada en un triste hecho real, se asienta sobre la exhaustiva documentación que la productora Bambú ya había recopilado para la serie documental El caso Asunta (Operación Nenúfar), también disponible en Netflix, y entrega aquí una versión extendida, cotejada por la Guardia Civil en los aspectos directamente relacionados con la investigación. Ahora el eje central son los personajes de los condenados Rosario Porto y Alfonso Basterra. Aquí se exhiben, operan, se defienden y se delatan por boca de Candela Peña y Tristán Ulloa, que salen a sostener unos papeles complicados con interpretaciones tan brillantes como estremecedoras. La próxima temporada de premios ya tiene en ellos a dos candidatos aventajados. Verlos y oírlos en acción resulta perturbador. La Candela Peña actriz, sus rasgos propios y su carácter, se esfuman por completo para dejar paso a otra persona en la pantalla. Su entrenado acento gallego, además dar credibilidad a la interpretación, le permite alejarse todavía más de sí misma para sumergirse en una mente frágil y difícil de gestionar, frenada bajo los efectos de la química. Para Porto las cosas que no se decían y no se contaban simplemente no sucedían y así lo defendió hasta su final.
Más sobrecogedor que desentrañar lo que pudo ocurrir el 21 de septiembre del 2013 entre Santiago y Teo, resulta observar a los culpables como seres de carne y hueso, con sus flaquezas y debilidades, con problemas mentales y dependencias patológicas. Padres que pueden sentarse juntos a comer en la mesa en la que suministran a su hija 27 orfidales de golpe. Padres que, como en un cuento de los hermanos Grimm, la sacan de la habitación donde hace los deberes una tarde de sábado mientras le dicen con dulzura de Lobo Feroz: «Vamos a la finca, para que nos dé un poco el aire».
Javier Gutiérrez, como el impetuoso juez Malvar; y María León y Carlos Blanco, en el papel de guardias civiles que investigan el crimen, apuntalan la trama.
Junto a la disección del caso, la serie de Netflix refleja el ansia de información que el asesinato generó en los medios y en los ciudadanos y propone, de paso, una reflexión acerca de cómo, en casos tan excepcionales como este, los juicios paralelos de la calle llegan a condicionar la opinión de un jurado popular.
Ver El caso Asunta es ver una serie que ya se sabe cómo termina, pero suple este spoiler con el reto de intentar averiguar el cómo y el por qué de un crimen pavoroso. Descubrir los fragmentos borrosos del caso que se han ido llenando con rumores y especulaciones, desvelar si en realidad fue un acto individual o conjunto, impulsivo o premeditado. La pobre Asunta muere de nuevo y muere varias veces, porque aquí la realidad tiene distintas versiones y sigue dejando, tal vez para siempre, algunos cabos sueltos.