El Papa pide perdón en Grecia por el trato que los católicos han dado a los ortodoxos

AGENCIAS A CORUÑA

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Juan Pablo II se muestra conciliador y pide la unión de todos los cristianos en el viaje más comprometido de todo su pontificado Juan Pablo II llegó en la mañana de ayer a Atenas pidiendo perdón por los daños «pasados o presentes» cometidos por los católicos contra los ortodoxos, realizando parte del «mea culpa» que le solicitó el jefe de la iglesia ortodoxa griega, Christodoulos. El Papa dio así un primer paso hacia la reconciliación, ignorado por los ortodoxos más conservadores, que se opusieron con firmeza a una visita promovida por el Gobierno griego. Las protestas de integristas religiosos y la indiferencia de la población marcaron una visita de sólo 24 horas y 15 minutos, que se considera el viaje más complicado de los 94 relizados por el Papa.

04 may 2001 . Actualizado a las 07:00 h.

El arzobispo de Atenas, cabeza de la Iglesia Ortodoxa griega, aprovechó la ventaja del factor campo y recibió a Juan Pablo II con dureza. Primero evitó un baño de masas del Pontífice, imponiendo un polideportivo, en vez de un estadio de fútbol, como lugar para la misa con la que Juan Pablo se despide esta mañana de Grecia. Luego Christodoulos golpeó primero. Exigió al Papa que pidiera perdón por los daños históricos, que rechazara a los ortodoxos que se han unido a la Iglesia Católica y que condeneara el choque entre los grupos cristianos de Chipre. Y Juan Pablo II accedió a lo primero, dando un gran primer paso para la reconciliación, según fuentes ortodoxas. «Es necesario un proceso de purificación de la memoria. Por las ocasiones pasadas y presentes en las que los hijos de la Iglesia Católica han pecado con hechos y omisiones contra sus hermanos ortodoxos, pedimos el perdón de Dios», dijo el Papa. Recordó además casos «particularmente dolorosos, como el desastroso saqueo de Constantinopla», ocurrido en el 1204 a manos de los venecianos, durante las Cruzadas. «Es trágico que los saqueadores, que tenían como cometido garantizar el libre acceso de los cristianos a Tierra Santa, se volvieran contra sus propios hermanos. El que fuesen latinos nos llena de amargura a los católicos», agregó el Papa. Con la mente puesta en la unión de todas los cristianos, el Papa fue más allá en su discurso ecuménico y aseguró a Christodoulos que la Iglesia de Roma «mira con sincera admiración» a los ortodoxos por el modo con el que han conservado su fe y vida religiosa. Fusión sin absorción Juan Pablo II aprovechó la ocasión para reiterar que «la división entre los cristianos es un pecado ante Dios y un pecado que nos hace menos creíbles ante el mundo». La Iglesia Católica, según el Papa, está dispuesta a un diálogo fraterno. Pero los ortodoxos recelan. Acusan a Roma de expandirse en territorios hasta ahora bajo su control y de «reclutar» para sus filas a ortodoxos, que tras reconocer la supremacía del Papa son denominados despectivamente uniatas por sus ex-compañeros de religión. Por eso los ortodoxos han vetado como miembro del séquito papal a un uniata, el cardenal sirio Ignace Moussa Daoud, prefecto para las Iglesias Orientales. El Vaticano accedió en aras de una armonía que obstaculizan los integristas ortodoxos: 160 monasterios tocaron sus campanas a muerte a la llegada del Papa, al que denominan el Anticristo.