
En directo | Una cata atípica en Ourense Las marcas gallegas Mondariz, Sousas y Cabreiroá fueron elegidas como las mejores en la categoría sin gas
02 nov 2003 . Actualizado a las 06:00 h.Una cata de agua es el varapalo más grande que puede recibir el ego escolar que todos llevamos dentro. Y es que después de recitar hasta la saciedad en clase de Ciencias Naturales aquello de que «el agua es incolora, inodora e insípida» que te demuestren lo contrario es un palo. Es como si de repente el responso de «el Miño nace en Fontemiña, provincia de Lugo» no acabase en A Guarda. Un trauma. Los matices gustativos también están presentes en este líquido elemento aunque para percibirlos es necesario tener una sensibilidad especial. Así lo reconocieron los participantes en la cata organizada con motivo de Termatalia, la Feria del Turismo Termal, que se clausuró ayer en Ourense. La del agua es quizás la prueba más difícil, la que más experiencia exige. Es recomendable, dicen los entendidos, realizarla en ayunas y siempre con el paladar muy limpio. Que las copas estén en perfecto estado también es importante para los exámenes visual y olfativo. «Máis agradable é probar viño ou augardente». Lo reconocía el portavoz del jurado de la cata, el ourensano José Posada, mientras se afanaba en degustar las nueve marcas correspondientes a la primera ronda, sin gas. Y es que se trataba de una cata ilustrada. Así se denominan aquéllas en las que los participantes conocen la firma del producto. Después probaron otras nueve, éstas ya con burbujas. En total, dieciocho, en envase de vidrio, procedentes de diferentes puntos de España y Portugal. Los ocho miembros del jurado destacaron la «elevada calidad media» de las aguas gallegas y portuguesas que acapararon los premios en las dos categorías. En la primera, Cabreiroá obtuvo el más alto galardón, seguida de Pedras Salgadas, de Chaves, y Vidago. La elección de las mejores aguas sin gas fue más complicada y alargó la deliberación. Finalmente, Mondariz, Sousas y Cabreiróa, por ese orden. Triplete gallego con una marca pontevedresa y dos ourensanas, respectivamente. ¿A qué sabe el agua? A la hora de puntuar, los miembros del jurado -representantes del mundo empresarial y económico, la hostelería y la universidad- realizaron tres exámenes diferentes. A través del visual, estudiaron la superficie, el color, el aspecto y las burbujas, en el caso de las aguas con gas. El olfato les sirvió para conocer la primera impresión, la cualidad, la intensidad y los olores. Por último, el examen gustativo analizó en primer lugar los sabores y las sensaciones originales. Se trataba de averiguar si la primera impresión era agradable, desagradable u ordinaria. Si el dulzor era dulce, seco, pastoso, aterciopelado, fluido o ácido. Si el cuerpo era lleno, graso o ligero. Si el aroma de boca era muy fino, agradable o común. Y si por la naturaleza era herbáceo. Después contrastaron el sabor adquirido o accidental. El terruño podía ser agradable, desagradable, sensible o acusado. Los accidentes pueden deberse a un gusto pútrido, a moho, a corcho, sulfhídrico, herbáceo o acre. Y por la persistencia el sabor puede ser muy largo, largo, mediano o corto. Consejo al consumidor El portavoz del jurado aconsejó a los consumidores que, a la hora de decidirse por una u otra marca, se dejen guiar por sus propios gustos y presten atención al etiquetado. También hubo un pequeño tirón de orejas para las empresas embotelladoras. Los catadores insistieron en que es necesario que mejoren la información de los envases, adaptándose a la legislación, ya que en ocasiones su disposición dificulta la lectura. Al final, con un buen trago, uno asume que el agua no es estrictamente incolora, inodora e insípida. Queda el gusto de que las aguas gallegas saben rico, rico. Y lo mejor de todo, sin resaca. Un puntazo.