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Gordos

JUAN C. MARTÍNEZ

SOCIEDAD

MEDIO FERRADO

14 mar 2004 . Actualizado a las 06:00 h.

CUENTAN las crónicas que en el Egipto de los mamelucos, la prueba de virtud de los hombres notables era pasar por el estrecho espacio que quedaba entre dos columnas de un viejo monumento de los faraones. Quienes podían atravesar el hueco eran buenos, y flacos; pero si la panza te atascaba, entonces tocaba ayuno y penitencia. Los tiempos han cambiado mucho, tanto que todo da la vuelta y parece que volvemos a ese prejuicio de los otomanos contra la gordura. La cultura ecléctica de la que disfrutamos nos había traído simpatía hacia los gordos, que en los tiempos anteriores al consumismo eran símbolo de salud. La universalización de la cerveza fue también una globalización de las panzas, convergente con la que procedía de Extremo Oriente, cuyos budas felices tienen una decidida tendencia a ser orondos. Pues toda esta tradición universal choca ahora contra la moda y el mito de la vida sana y las supersticiones de última hora, hasta el punto de que muchos gordos se ven forzados a ponerse en manos del cirujano y, riesgos del quirófano, alguno ha perdido ya la vida en aras del perfeccionismo y los cánones. Gordos del mundo, romped los prejuicios, no hagáis caso del coro; si vuestros michelines no os impiden las funciones normales de la existencia, ¿por qué preocuparse? Recordad por qué a don Quijote le llamaban el de la triste figura, y si la familia o los amigos os insisten en que vuestras curvas no son saludables, contraatacad con Aldous Huxley, que fue quien dijo que la investigación médica ha avanzado tanto que pronto será imposible encontrar ni a uno totalmente sano.