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LA MAR DE PLAYAS | DONIÑOS Las olas de la concordia

M. Cheda FERROL

SOCIEDAD

MARÍA VILLAR

Surfistas y bañistas han aprendido a convivir sin fricciones en este arenal ferrolano de mar juguetón La zona «in» es como la calle Real: si quieres ser visto, vas; si quieres ver, vas

14 ago 2004 . Actualizado a las 07:00 h.

?oniños, sobre todo su extremo más in, que se llama Outeiro, es puro yodo, el sonido de una ola al romper, una tabla que huele a parafina, la furgoneta de cuatro guiris living la vida loca, chicos guapos, de pelo rubio, tez morena y sonrisa perla, con cuerpos danone vestidos en neopreno, surf, la beach. Pero es también Doniños el rumor de la masa, un mar de familias, tres amigas compartiendo toalla, bocatas de atún bajo la sombrilla, un castillo de arena, el crío en el carro, tetas al sol -de esas que no gustan a algún cura-, un desfile por la orilla, macarras con cadena dorada, una partida de palas, el triunfo del biquini bicolor, sandalias de Gucci, pijerío, chicas megafashion que van de mujeres y mamás metidas a niñas, militares de permiso, pandillas de jóvenes que mojan las copas de ayer mientras buscan plan para esta noche, encuentros, cuchicheo, vida social. Es..., mismamente, como la calle Real. Se repasan ausencias y se critican presencias; si quieres ser visto, vas; si quieres ver, vas.? Porque Doniños, en realidad, es un modelo de concordia, una Palestina utópica en la que conviven sin apenas fricción los unos con los otros, bañistas de toda clase y surfeiros de la única que hay, sin muros de hormigón. Sobre el agua asoman juntas tablas que vuelan y cabezas a flote. «Toda la vida ha sido así -rememora el jefe de Protección Civil, Joaquín Domínguez-, sin separaciones. Que yo recuerde, no ha habido ninguna cosa gorda, sólo alguna rozadura, pero nada más. En su día pensamos en acotar una zona para los del surf, pero no tenía mucho sentido, porque ellos se desplazan de un lado al otro de la playa en función de cómo cambien las olas». La gente ha aprendido a compartir. Han aprendido los jinetes del mar, como Jesús Busto. «Somos conscientes del daño que podemos hacer. Hombre, hay de todo. Pero la mayoría, si vemos a alguien cerca, maniobramos y nos salimos de la ola, porque lo primero es la seguridad de los demás y luego pasarlo bien. Además, muchas veces hemos hecho de socorristas, sacando a alguien en apuros», sostiene. Y han aprendido los que nadan, como Paula García, que opina: «Ellos no son un peligro ni un coñazo, nada de eso. Incluso contribuyen mucho a la seguridad, evitando ahogamientos». A Doniños arribó en agosto de 1800 una flota bélica con un porrón de ingleses (entre 13.000 y 15.000, según la fuente), todos ávidos de conquistar Ferrol. Tras cobrar de lo lindo, con el rabo entre las piernas se marcharon por donde habían venido. Hoy aquí, en la playa de la concordia, les hubiesen puesto una pinta de Guinnes.