Regístrate gratis y recibe en tu correo las principales noticias del día

Mitos modernos

J. C. ORTIZ

SOCIEDAD

20 oct 2004 . Actualizado a las 07:00 h.

Una empresa de publicidad intentó averiguar por qué nadie se dio cuenta de que el cadáver de uno de sus empleados estuvo durante cinco días sentado en su puesto de trabajo sin que nadie se percatara de que el oficinista había pasado a mejor vida. George Turklebaum, de 51 años, sufrió un paro cardíaco en unas oficinas de Nueva York ante 23 compañeros enfrascados en el tajo. Su jefe, Elliot Wachiaski, declaró a The New York Times : «George siempre era el primero en llegar por la mañana y el último en marcharse por la noche, por lo que a nadie le pareció extraño que estuviera continuamente en su sitio sin moverse y sin decir nada». Pues bien, la empresa donde ocurrieron los hechos no existe, Turklebaum sólo es un apellido común en el listín telefónico de Manhattan y la inquietante historia nunca mereció una línea en el diario neoyorkino, aunque sí la recogió The Guardian y otras sesudas cabeceras del planeta, que picaron subyugadas ante un relato a caballo entre el realismo sucio y Monterroso. Aunque ya hay quienes han despachado el asunto como una leyenda urbana más retroalimentada en el ciberespacio, el relato nos devuelve a esa fascinación por los mitos de siempre, o sea, a la soledad suprema: no sólo nos echa nadie de menos en casa, sino que ni siquiera nuestros compañeros de oficina se dan cuenta de que no hemos parpadeado en la última hora. Este san George Turklebaum es, verdaderamente, un imposible mártir posmoderno.