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Gen divino

J. C. ORTIZ

SOCIEDAD

12 ene 2005 . Actualizado a las 06:00 h.

El asunto favorito de la neurociencia es ahora la química del alma. Ya saben, seremos polvo, mas polvo enamorado. El encargado de pasar por el laboratorio el soneto de Quevedo es el controvertido científico norteamericano Dean Hamer, que ha asegurado que las personas que poseen en el cromosoma 10 una variante del gen V-MAT2 son más propensas a la espiritualidad. El autor del descubrimiento ya se ha apresurado a denominar su hallazgo como gen divino, convencido de que ha abierto una puerta hasta ahora infranqueable. Desde que la revista Time le dedicó su portada, al tipo le han llovido toda clase de críticas. Charlatán, estafador, pseudocientífico... han sido algunos de los calificativos que ha merecido Hamer. Incluso los que más satisfechos deberían estar, los círculos religiosos estadounidenses, han puesto el grito en el cielo, alarmados por la posibilidad que los sentimientos espirituales sean sólamente un subproducto de esos 100.000 millones de neuronas que acumulan nuestro cerebro. Vamos, que corren malos tiempos para las caricias, el olor de las mañanas y los sueños. Tipos como el científico Hamer y los fanáticos de la doble hélice del ADN trabajan cada día agazapados en sus laboratorios con el único objetivo de demostrar que nuestro primer beso fue sólo un intercambio de gérmenes acompañado por una descarga de corrientes electromagnéticas, o sea, una reacción bioquímica bajo la cabellera. Terrorífico.