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«Las mujeres tenemos un don especial para hablar de paz»

David Gippini SANTIAGO

SOCIEDAD

Todo un ejemplo de cómo los ciudadanos comunes pueden ayudar a cambiar el mundo, la norirlandesa Betty Williams expondrá hoy su experiencia en Santiago

15 jun 2005 . Actualizado a las 07:00 h.

Mucho antes de que los políticos de Irlanda del Norte sellaran los acuerdos de paz en 1998, centenares de mujeres protestantes y católicas habían sentado las bases para una convivencia pacífica fundando en 1973 una asociación bautizada como Community of Peace People (Comunidad de Gente de Paz, en inglés). A la cabeza de aquel movimiento estaba Betty Williams, que obtuvo por ello el premio Nobel de la Paz en 1976 y que hoy expondrá en Santiago su experiencia dentro del ciclo Galicia, Camiños de Concordia. -Me siento bien por la labor que hemos realizado. Nuestra organización todavía existe y su actual presidenta lleva ya dieciocho años trabajando por la paz. La verdad es que las mujeres de Irlanda del Norte han jugado un papel clave en el proceso de paz, aunque sean los políticos los que se llevan el mérito. Pero quizás sea mejor así, porque esto nos permitía trabajar más libremente. -Habla del papel de las mujeres; ¿cree que ellas están más capacitadas para alcanzar la paz? -Sin duda tenemos un don especial para hablar de paz. Cuando se lleva durante nueve meses a un hijo en el vientre, no es para dejar que alguien lo destruya: por eso cuando viajo por el mundo me encuentro en todas partes con mujeres muy fuertes que están luchando activamente por la paz. Por otra parte, en Irlanda estamos muy orgullosas de nuestras mujeres y de su carácter, e incluso hemos tenido dos presidentas en los últimos años. -Su ejemplo demuestra que los ciudadanos son capaces de arreglar problemas sin la ayuda de los políticos. -El poder de las personas, de los ciudadanos, es inmenso. Y el caso de España es un buen ejemplo: cuando el Gobierno anterior apoyó la guerra de Irak, la gente se manifestó y se echó a la calle, y en cuanto hubo oportunidad, votaron a otros para que cambiaran las cosas. -En el caso de Irlanda, también el desarrollo económico contribuye a la paz. -El cambio que ha habido en mi país es enorme; el nivel de vida ha subido muchísimo, y cuando un terrorista tiene la oportunidad de escoger entre la violencia o un buen trabajo, escoge lo segundo. -Su organización también trabaja con niños. ¿Es esencial la educación para superar los odios entre comunidades enfrentadas? -Es fundamental. A los niños hay que apartarlos de la senda de la violencia desde la cuna, y eso se consigue poniéndoles en la mano un libro, una raqueta o un balón. Una de nuestras primeras iniciativas fue crear una escuela mixta para chicos católicos y protestantes; al principio teníamos seis alumnos, ahora son más de 1.200. Pero para superar el odio hace falta mucho trabajo y paciencia. En el caso irlandés, el conflicto ha durado 850 años, y han hecho falta otros 30 para resolverlo. Pero de lo que sí estoy segura es de que la violencia es el arma del débil, no la del fuerte.