El emperador galo venció a un enemigo superior e impuso su hegemonía en Europa
02 dic 2005 . Actualizado a las 06:00 h.«El recuerdo de Austerlitz habría de mantenerse vivo para siempre», escribe el historiador David Chandler en Las campañas de Napoleón (La Esfera), un monumental y apasionante libro de más de 1.200 páginas sobre su trayectoria militar. Bonaparte ya era consciente de su hazaña cuando felicitó a sus hombres. «Soldados, estoy contento con vosotros. Os bastará decir: 'Yo estuve en la batalla de Austerlitz' para que os contesten: 'He aquí un valiente'». Hoy, doscientos años después, se conmemora aquel 2 de diciembre de 1805 en que el Ejército francés aplastó a las tropas austro-rusas en la llamada Batalla de los Tres Emperadores (Napoleón I, el zar Alejandro I de Rusia y el austríaco Francisco I). El general corso dio una lección de estrategia que ha pasado a la historia como la más depurada muestra de su genio militar y que aún se estudia en academias militares, como la de West Point. Venció a un enemigo superior y afianzó su hegemonía en Europa. En 1805 Inglaterra, Austria, Rusia y Suecia habían formado una coalición para enfrentarse al ambicioso general francés, que ya gozaba de una merecida fama, pues cinco años antes había emulado a Aníbal al cruzar los Alpes en la batalla de Marengo. Austerlitz iba a ser el escenario de un enfrentamiento decisivo y dramático entre Francia y los aliados que se le oponían. Tras examinar minuciosamente el terreno, Napoleón diseñó una estratagema para ganar una batalla que parecía perdida. Consciente de la inferioridad de su ejército, sabía que sólo si lograba engañar a sus enemigos lo conseguiría. Hizo creer a las fuerzas aliadas que emprendía una retirada, para lo que diez días antes de la batalla replegó ostensiblemente a decenas de miles de soldados en las mismas narices del príncipe Kutuzov, que estaba al mando de los austro-rusos. Mientras, movilizó a los mariscales Bernadotte, que estaba en la retaguardia, y a Davout, que permanecía en Viena, para que estuvieran listos. Jugador de póquer El ardid, propio de un taimado jugador de póquer, consistía en atraer a los enemigos al terreno que le convenía. Bonaparte dejó que los austro-rusos se confiaran y tomaran la iniciativa, haciéndoles creer que su victoria era segura. De madrugada, el Ejército de Kutuzov se lanzó en bloque contra el flanco derecho de los franceses, aparentemente desguarnecido, como había previsto Napoleón. Éste puso en juego a las tropas que había ocultado, ayudado por la niebla, y lanzó un ataque letal por el centro de los aliados, al tiempo que reforzaba su ala derecha. Por un lado, la caballería de Murat; por otro, los coraceros; apoyados por la artillería. Bonaparte había ganado y su Grande Armée, «la máquina de guerra más avanzada de su época» (Chandler), era temida en toda Europa.