Smoot y Mather ofrecen una mirada de la infancia del universo Es la primera vez en la historia que el galardón reconoce el trabajo de una misión espacial
03 oct 2006 . Actualizado a las 07:00 h.?El universo existió siempre o partió de algún punto? La teoría del big bang , comúnmente hoy aceptada por la comunidad científica, fue la primera que zanjó la discusión al plantear de forma fehaciente que surgió en un momento determinado (hace 13.700 millones de años) y que lo hizo a partir de una gran explosión. Había, sin embargo, que encontrar la huella de esta explosión, lo que los científicos consiguieron a través de la llamada radiación de fondo, que es el resto de ese estallido inicial. Y no sólo eso, había que ajustar la prueba a un modelo teórico. Y esto fue, precisamente, lo que se consiguió con el proyecto Cobe, un satélite lanzado por la NASA en 1989 para recopilar las variaciones térmicas en el espacio por medio del estudio de las radiaciones cósmicas. Ahora, el jurado del Nobel de Física acaba de reconocer este trabajo, que ha involucrado a más de 1.000 científicos, y ha elegido como cabeza visible para entregar el premio a los astrofísicos norteamericanos John C. Mather, el gran impulsor del proyecto, y a su colega George F. Smoot, que analizó las variaciones ínfimas de temperatura de las radiaciones cósmicas, por mostrar «su mirada hacia la infancia del Universo». «Los resultados del Cobe reforzaron la teoría del Big Bang para explicar el origen del Universo», explica el jurado en el acta. Es, también, la primera vez que el Nobel premia a una misión espacial. El trabajo del equipo de Mather y Smoot ya había sido ampliamente reconocido. De hecho, el físico británico Stephen Hawking había declarado en 1992 que los resultados de la misión Cobe eran «el más importante descubrimiento del siglo, y tal vez de todos los tiempos». Que la explosión inicial del Universo iba a dejar huella en forma de radiación de fondo -descubierta por los también Nobel Penzias y Wilson- era algo que se había determinado en la teoría, pero la prueba definitiva no se podía lograr desde la Tierra. Para medir la radiación era necesario salir al espacio para detectarla desde todas las direcciones posibles y sin ninguna interferencia atmosférica. Y Mather y Smoot captaron la señal ya desde el primer momento. Pudieron demostrar, y de ahí la relevancia de su trabajo, que la intensidad que se medía en cada frecuencia seguía un modelo, el del llamado cuerpo negro. O lo que es lo mismo, el de un cuerpo que absorbe toda la luz y energía y que, a su vez, emite luz sin ninguna anomalía o condicionante. Por tanto, la radiación que emitió el Universo en la época de su formación era como la de un cuerpo negro, y ésta depende de la temperatura. Hace 13.000 millones de años era de 3.000 grados. Ahora es de -270 grados.