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El Papa siguió la liturgia de Pablo VI en el altar de la Capilla Sixtina

SOCIEDAD

Los teólogos desvinculan la misa oficiada por el Pontífice de espaldas a los fieles de la revitalización del ritual de san Pío V

15 ene 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

El hecho de que el papa Benedicto XVI celebrase el domingo, por primera vez desde su ascenso al solio pontificio, una misa de espaldas a los fieles tiene bien poco que ver con la recuperación del antiguo -y por cierto muy vistoso- ritual de san Pío V. Así lo entienden al menos en la Universidad Pontificia de Salamanca, uno de cuyos más prestigiosos catedráticos, formado en Roma y buen conocedor de la Santa Sede, señalaba ayer que el Pontífice «quiso volver a utilizar el altar pegado a la pared que está bajo los frescos de Miguel Ángel» y que durante la ceremonia hizo uso del «rito del misal de Pablo VI», del que «siguió al Concilio Vaticano II». «Su gesto ?-señala la misma fuente- no tiene ningún significado teológico. Otra cosa sería que él, que acaba de actualizar el ritual antiguo, un ritual autorizado para aquellas comunidades que soliciten su uso y que en realidad jamás estuvo derogado, lo utilizase al celebrar la misa, pero eso no es lo que ha sucedido en la Capilla Sixtina».

De todas formas, no es ningún secreto que el actual Papa, sin duda una de las grandes figuras intelectuales de la Iglesia tanto del presente como del pasado siglo, y teólogo cuyos posicionamientos, sobre todo desde su ascenso al cardenalato, no siempre han sido correctamente interpretados por la opinión pública, es un hombre que ama profundamente cuanto en la liturgia hay de acercamiento al misterio, de búsqueda de la raíz más profunda del cristianismo. En la liturgia, y en cuantos símbolos la rodean. Baste recordar su primera homilía como Pontífice, en la que haciendo uso de ese tono profesoral que sigue utilizando a menudo, recordaba cómo el «palio, tejido de lana pura», viene a ser la «imagen del yugo de Cristo», y cómo el «anillo del pescador» representa la «llamada a ser pastor» de Pedro. Y Joseph Ratzinger, cuyo pensamiento, como joven teólogo que entonces asesoraba a los obispos alemanes, iluminó el Concilio Vaticano II -no se olvide-, difícilmente dará jamás un paso que carezca, por menos evidente que resulte, de algún sentido. En la misa del domingo, el Papa oficiaba, ante los frescos de Miguel Ángel, la eucaristía del bautismo de trece niños, todos ellos pertenecientes a familias de personas que desarrollan su labor profesional en el Vaticano. Y preguntó a los padres, durante la celebración, qué lleva a los niños su bautizo, a lo que ellos respondieron -siguiendo, ahí sí, el antiguo ritual-, la «vida eterna».

Lejos de haber provocado rechazo alguno el gesto del Papa, ha sido visto, en el seno de la comunidad cristiana, con verdadero cariño. «Os vellos templos seguen cheos de altares pegados aos retablos ou á parede -señala el canónigo Félix Villares Mouteira, canciller de la curia diocesana mindoniense-, e menos mal que segue sendo así, porque nalgúns casos fixéronse destrozos terribles». «Nunha capela nosa -apuntaba, por su parte, un sacerdote de la Terra Chá-, o altar segue estando así. Así que, para misar... ¡hai que facer o mesmo que na Sixtina!».