Apenas unas horas antes de iniciar su primera visita oficial a Estados Unidos, Benedicto XVI aseguró ayer ante un grupo de periodistas sentirse «profundamente avergonzado» por los escándalos de pederastia protagonizados por distintos sacerdotes estadounidenses, y aseguró que la Iglesia «trabajará firmemente para que no se repitan».
A bordo de su avión privado, bautizado como Shepard One (el único pastor), el pontífice reconoció también que «estos delitos supusieron mucho dolor para la Iglesia, para las familias» y para él mismo, a la vez que aseguró que todavía a día de hoy le «resulta imposible entender como estos sacerdotes traicionaron su misión de dar aliento y amor de Dios a los niños».
El pontífice explicó que, para evitar casos como estos, la Iglesia actuará «poniendo reglas, reconciliándose con los católicos y con una buena formación de los sacerdotes». Antes de profundizar en esos tres niveles, Benedicto XVI subrayó que se refería a la pedofilia, «no a la homosexualidad».
Considerado como uno de los temas centrales de su gira americana, que concluirá el próximo día 20, los delitos cometidos por curas católicos en varias congregaciones del país le costaron a la Iglesia católica más de 2.000 millones de dólares en indemnizaciones. Un desembolso al que se unió la pérdida de vocación entre los mas jóvenes, según publicaba ayer el periódico The New York Times, para el que «el rechazo al celibato, las opciones de una vida secular y la decepción provocada tras los escándalos sexuales son los principales factores de la alarmante falta de seminaristas». Solo en la ciudad de Nueva York el número de personas dispuestas a entregar su vida a Dios descendió en las últimas décadas en varios centenares al mes, a tan solo 22 el pasado mes de mayo. Con la esperanza de que la histórica visita papal ayude a resolver este problema, la presencia de Benedicto XVI es aguardada también con impaciencia por el presidente del país, George W. Bus, quien ayer rompió las normas del protocolo y acudió a recibir personalmente a Ratzinger.
En la Casa Blanca
A este inusual privilegio se añadirá hoy una visita del pontífice a la Casa Blanca, la segunda en la historia después de que Juan Pablo II visitará a Jimmy Carter en 1979, y que en este caso coincide con el 81.º cumpleaños del Papa. El encuentro entre ambos líderes es uno de los momentos más esperados, ya que los dos han mostrado en diferentes ocasiones su divergencias en temas como la pena de muerte, la guerra de Irak o las relaciones diplomática del Vaticano con Cuba. Una disparidad de criterios que no ha impedido a la Administración Bush preparar una espectacular comitiva de bienvenida al pontífice, con cerca de 12.000 personas apostadas frente al despacho oval y hasta 29 disparos ejecutados en honor al santo padre.
Sobre los principales temas que tanto Ratzinger como el líder republicano discutirán en su encuentro de 45 minutos, la portavoz de la Casa Blanca, Dana Perino, aseguró ayer que «tanto el presidente como el Papa comparten un interés común por los derechos humanos y la importancia de combatir el terrorismo islámico».
Entre los restantes actos programados en la capital del estado, Benedicto XVI oficiará también una misa multitudinaria en un estadio de béisbol y visitará la Universidad Católica de la ciudad.