Trece años después, EE. UU. ha dado la razón al coruñés Tomás Fábregas

Tatiana López

SOCIEDAD

Fue el primer seropositivo que se enfrentó a la política migratoria estadounidense, y esta semana se derogó la ley que impedía a infectados del sida entrar en el país

28 jul 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Aunque nunca lo sabrá, Tomás Fábregas acabó ganando la batalla. Pionero en la lucha por los derechos de las personas infectadas con el VIH y símbolo de la resistencia contra la política migratoria de los Estados Unidos, la lucha de este gallego capaz de plantar cara a la mismísima Administración Bush terminaba la semana pasada tras la derogación de la ley estadounidense que impedía a los enfermos de sida viajar a este país. La decisión, que llegaba en realidad casi dos décadas después de que Fábregas alcanzara la fama mundial tras convertirse en el primer seropositivo en desafiar a las autoridades aduaneras estadounidenses, conseguía revivir, sin embargo, la memoria de uno de los personajes más importantes en la lucha contra la intolerancia a los enfermos de sida.

Nacido en 1958 en la ciudad de A Coruña, Tomás Fábregas Boudín pisó por primera vez suelo estadounidense cuando, tras terminar la carrera de Geografía e Historia, se trasladó a Nueva York para trabajar en las Naciones Unidas. Sin embargo, su verdadera casa estuvo siempre en la ciudad de San Francisco. Fue allí donde durante trabajó durante años al frente de la SF AIDS Foundation y donde un 20 de julio de 1992 entró en la historia para siempre tras convertirse en el primer infectado con el virus en retar directamente al presidente George H. Bush. Ese día Tomás, quien a pesar de la nueva ley había viajado a Ámsterdam para una conferencia internacional de la enfermedad, intentó lo que nadie había osado hasta entonces: entrar en el aeropuerto de San Francisco declarando abiertamente su enfermedad: «Soy seropositivo deténganme porque quiero entrar en el país».

Escándalo internacional

Pero nadie se atrevió. Atemorizados ante un escándalo internacional y con la excusa de que «el viaje del señor Fábregas a Holanda no puede ni debe ser considerado más que como una salida temporal debido a su estatus de residente «tal y como publicó en su día el diario The New York Times, las autoridades migratorias declararon entonces: «Ninguno de nuestros agentes ha querido preguntar al señor Fábrega por su infección». Fue su primera victoria. Al otro lado de la valla lo esperaba sus más de 40 seguidores, la actriz y activista Elizabeth Taylor y su propio lugar en la historia.

«Lo más significativo es que hasta entonces nadie se había dado cuenta de la importancia que esta injusta ley podría tener en la lucha por nuestra causa», el que habla el David Ellison, miembro SFAF y admirador del legado del gallego. Ellison asegura que Tomás fue fundamental para la lucha por los derechos civiles no solo por su papel como emigrante «sino también porque muchas de sus iniciativas perduraron en el tiempo». No le falta razón, y es que más allá de la icónica imagen de Tomás a las puertas del Capitolio, y donde aparece portando la camiseta que se convertiría en su uniforme con la frase «Sin fronteras», Fábregas constituyó también una de las mentes más brillantes al servicio de la organización.

Intercambio de jeringuillas

Con el sentimiento práctico obtenido tras cursar un máster en relaciones empresariales por la Universidad de Oakland, «fue él por ejemplo el primero que propuso un programa de intercambio de jeringuillas en San Francisco», explica su compañero, no sin antes aclarar: «En aquel entonces debíamos hacerlo de forma ilegal porque las autoridades no permitían la intromisión». Proscritos por un sistema «que todavía no daba prioridad a la llamada política de prevención», la iniciativa de Tomás supuso, sin embargo, un gran paso en la reducción de las infecciones intravenosas que en las últimas dos décadas pasaron de representar un 34% a un 1% de los nuevos casos.

Un éxito que se vería reconocido años después con la promulgación del premio Tomás Fábregas Award, destinado a los líderes de la lucha contra el sida. Homenajeado también con la publicación de una «guía para emigrantes infectados» en cuya confección colaboró el propio Tomás, su último gran reconocimiento era plasmado un día después de su muerte en The New York Times: «Hoy ha muerto Tomás Fábregas, cruzado con el virus del sida y primer activista en contra de la prohibición de emigrantes infectados en nuestros país».

Trece años después, consiguió su objetivo.