La vacunación preventiva y las revacunaciones anuales de vacas y ovejas exigirán un gasto millonario en dosis y personal
14 sep 2008 . Actualizado a las 02:00 h.No es la primera crisis ganadera y probablemente no será la última. Las granjas gallegas parecían a resguardo del avance del virus de la lengua azul por Europa; ahora tienen a las puertas un mal que se transmite por la sangre y semen de bovinos y ovinos, y es esparcido por los mosquitos.
Los asturianos no han frenado los contagios en el área de Villaviciosa-Llanes y a la vuelta del verano ya tienen más de 200 granjas afectadas. Afectan a las vacas, pero las ovejas y cabras son las que caen fulminadas por esta fiebre catarral (que no se contagia a humanos), sobre todo por la que desata el serotipo 8, procedente de Centroeuropa.
La vacunación masiva de rumiantes iniciada en el oriente lugués responde a la obligatoriedad de la norma de restricción para el ganado que impone el tener un foco a menos de 150 kilómetros. Y la lengua azul ya está a la altura de Avilés. Que la epidemia esté aún fuera de control en el patio del vecino -el Principado acaba de revisar su estrategia y ha creado un comité de expertos sobre la enfermedad-, complica las cosas, pero más grave parece la desconfianza sobre la salud de las vacas lecheras que llegan enfermas de Alemania y Francia, de donde habían partido con todos los papeles en regla, pero con el virus a cuestas.
Las reses con lengua azul llegadas desde el País Vasco a Bergantiños, desde Alemania a Castroverde o de Francia a Castro de Rei y A Pastoriza fueron detectadas por los controles de la Xunta, pues se analizan todas las importadas, pero la ineficacia comunitaria para frenar la epidemia queda en evidencia mientras ganaderos, veterinarios y responsables políticos se preguntan qué hubiera ocurrido de haber sucedido al revés. ¿Habrían cerrado franceses y alemanes sus fronteras? Los alemanes llevan 11.000 casos del serotipo 8, Holanda 6.000 y Francia 2.000, mientras que el sur de España contabilizó 6.000 focos del serotipo 1.
Las consecuencias para Galicia serán, de momento, una gran inversión en las primeras dosis para inmunizar el ganado (cinco millones de euros para 1,4 millones de reses), repelentes de mosquitos y más personal veterinario. La lengua azul saldrá cara, porque será necesaria una revacunación anual. Y habrá que pagar indemnizaciones por los sacrificios, que pueden alcanzar 500 euros por vaca (cantidad que no cubrirá el valor de una buena frisona) y 50 euros por oveja o cabra.
A los granjeros también les pasarán factura los chequeos continuos para mover el ganado, pues entorpecen las ferias y operaciones comerciales, sobre todo en las explotaciones lácteas, cuya prioridad es despachar cuanto antes los terneros (para que no consuman leche, que es donde está el negocio) hacia el cebadero. O los sacrifican de inmediato, o deberán esperar los resultados de los análisis para poder exportarlos.
Esta crisis también pone en evidencia las acuciantes necesidades de vacas lecheras de reemplazo. Se ha venido buscando fuera, a precios caros, y con riesgo sanitario, nuevos animales. Medio Rural y la Diputación de Lugo han puesto en marcha algunos programas autóctonos para aumentar la recría en Galicia.
La lengua azul no implica riesgo alimentario, pero el mal pilla a contrapié a casi todos, a pesar de llevar circulando años por Europa. Encontrar vacunas para algunos serotipos es difícil, los expertos veterinarios aún discutían hace poco la lista de mosquitos que la transmiten. Y los ganaderos siguen a merced de los problemas veterinarios globales.
Para atajar la fiebre catarral tendrá que funcionar la vacunación y deberán cumplirse las normas para el movimiento de ganado. Aún así hay resquicios en el sistema: se controla la salud de las vacas foráneas, pero los muestreos interiores no alcanzarán toda la cabaña. Y hay rumiantes silvestres, como el corzo, que no se podrán vacunar. Si los mosquitos dan con ellos, expandirán el mal. Un panorama complejo.