Los dos lugares donde nace el gran río Miño

Cristóbal Ramírez

SOCIEDAD

Sale de las entrañas de la Tierra en el municipio de Meira, pero lo hace tanto en O Pedregal como en Fonmiñá

21 nov 2008 . Actualizado a las 18:55 h.

Quizás haya otro caso semejante porque el planeta es inmenso, pero, incluso así, el del Miño es un caso raro. Porque extraño parece, en efecto, tener dos nacimientos. El responsable del enredo, sea escrito con todo cariño y admiración, no es otro que el profesor Francisco Javier Río Barxa, un geógrafo que si en vez de gallego fuese francés o británico medio mundo hablaría de él con el respeto que se merece. Y Río Barxa creyó en la herejía: el mayor río de Galicia, el más emblemático, no nacía en Fonmiñá, la Fuentemiña de épocas donde el idioma gallego sobrevivía en el fondo de los baúles, sino en O Pedregal de Irima.

¿Inercia? ¿Desidia? ¿Ignorancia? Por suerte, lo primero ?que es lo menos malo? con una pizca de ilusión. Eso es lo que explica que Fonmiñá no solo no haya sido olvidado sino que, por el contrario, se haya convertido en un punto de peregrinación que debería conocer todo gallego. Como O Pedregal de Irima, en realidad una morrena glaciar más larga de lo que parece en medio de la ladera de esa sierra de una docena de kilómetros donde plantaron molinos de viento.

En O Pedregal más de uno pasa de largo, porque alguna institución levantó allí mismo un enorme monolito granítico advirtiendo que aquello es municipio de Meira pero a nadie se le ha ocurrido colocar un cartel que diga que allí nace el Miño. El río se oye correr por debajo de los miles de piedras que conforman la morrena, ahora acompañada por unos bancos y mesas, y por una fuente que casi se queda seca en verano: de ella manan las primeras gotas oficiales del llamado pai de todos os ríos.

Paisaje bravo, con caballos viviendo en libertad, duras pendientes, jabalíes trotones y huidizos, naturaleza pura. O sea, justo lo contrario del otro nacimiento. Porque Fonmiñá es una laguna en la que constantemente las burbujas emergen hasta explotar imprimiéndole al anochecer un aspecto fantástico, que no fantasmagórico. Sus alrededores se definen como auténticos jardines con pasarelas de madera que realzan el contorno.

Una de esas pasarelas lleva al molino de Fonmiñá, propiedad de Matías, una enciclopedia viviente. El hombre sabe todo de molinos y sobre el lugar, sobre historias y leyendas. Una vida humana que imprime nobleza al enclave.

«Meira é un lugar para vivir», filosofa Álvaro, el activo dueño del establecimiento de turismo rural Casa Cazoleiro. En realidad, la frase no es suya, sino que alguien la empleó para promocionar la pequeña villa, quizás en campaña electoral. Álvaro se refiere no al conjunto de casas que se apiñan ante el famoso monasterio, sino al entorno, y él lo muestra a lomos de un caballo. Mientras, algún ejemplar de (pacífico) lobo recorre los montes. Como en los viejos tiempos, vaya.